sábado, 26 de mayo de 2018

La eterna lucha con la escritura de Philip Roth

El miércoles nos desayunamos con la noticia de que Philip Roth, eterno candidato al nobel de literatura (siempre creí que este era Murakami) había fallecido a los ochentaicinco años de edad. Una gran pérdida, sin duda. Pero, más allá de la muerte del escritor, me impactaron algunos datos biográficos que el reportero a cargo la noticia apuntó. Concretamente, los que describían la relación de Roth con la escritura. 
Resulta que a este genio de las letras, escribir nunca le resultó fácil. "Es frustración", llegó a decir. "Es una frustración diaria. Sin mencionar que es una humillación. No me puedo enfrentar más con los días que escribo cinco páginas y las tengo que tirar". Hasta tal punto se llevaba mal con las letras que, cuando se retiró, en el año 2012, colocó en la pantalla de su ordenador un pos-it con la frase: "the struggle with writing is over" (la lucha con la escritura ha acabado).
Mi primera reacción a las palabras del señor Roth fue de incomprensión. Luego, me indigné. Sí, lo hice; pese a ser consciente de que yo, una simple hormiguita, no soy nadie para juzgar a un titan como él. Aún así, no pude evitarlo porque, para mí, que sueño con dedicarme a la escritura sin tener que entregarme a ella sacrificando horas de sueño y vida social; que me veo obligada a dar de lado a la que es mi vocación para mantenerme con un trabajo más "práctico", su visión del oficio que tanto amo es incomprensible.


"Decidí que estaba terminando con la ficción. Ya no la quiero leer, no la quiero escribir y ni siquiera quiero hablar de ella", fue otra de las declaraciones de este grande. Y, en ese punto, mi enfado se convirtió en tristeza. Una tristeza infinita que ralló en depresión.
¿En que momento perdió, el que ha sido uno de los más importantes autores norteamericanos de la actualidad, la pasión que lo llevó a convertirse en novelista? Porque esta no es una profesión a la que se llega buscando prestigio o dinero, es demasiado inestable para que la ambición arrastre a nadie a ella. Solo la pasión te empuja a juntar palabras como un poseso. Por eso creo que puedo entender lo frustrado que llegó a sentirse Philip Roth al final de su carrera. Así lo pienso porque, de verme en su misma situación algún día, no sé qué haría. No quiero ni pensar en que puedo perder el gusto por inventar historias y plasmarlas en el papel. Es mi válvula de escape, mi particular medicina para combatir las enfermedades que no curan los medicamentos que se venden en la farmacia. Si desapareciese, gran parte de la persona que soy se iría con ello.

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