jueves, 16 de enero de 2020

16 de enero, o el día que cumplí un sueño

Margot aprovechó el desconcierto de su padre para liberar su brazo y continuar la carrera, esta vez alcanzando la salida sin que nadie se interpusiese en su camino. Diluviaba. Buscó el ostentoso BMW blanco y sin perder tiempo se acercó a él a toda prisa, sintiendo que el vestido le pesaba cada vez más por culpa de la lluvia.
—Llévame a casa —pidió al chófer, a quien su repentina irrupción había pillado por sorpresa absorto como estaba en la lectura de la sección de deportes del periódico.
El hombre puso en marcha el vehículo cumpliendo su mandato y ella dejó caer la cabeza en el respaldo del asiento, imaginado que cada minuto que pasaba se hundía más y más en él, y que finalmente terminaría por desaparecer. Ojalá fuese así de sencillo. Pero sabía que tan sólo era una fantasía. Que el coche llegaría a su destino y ella aún continuaría allí.
El BMW circulaba deprisa, ya casi había llegado. Cuando se disponía a entrar en el aparcamiento subterráneo de su edificio lo vio. Estaba parado en medio de la acera, dejando que la lluvia resbalase por su cuerpo. Margot cerró los ojos, creyendo que lo que veía no era real. Pero, al abrirlos de nuevo, él todavía estaba allí, vestido de aquel modo informal en que siempre lo hacía, con unos pantalones vaqueros y el pelo alborotado.
—Detenga el coche —ordenó con decisión al chófer. El aludido, que ya había comenzado a descender la rampa que conducía a los aparcamientos, no le hizo, o no tuvo tiempo, de hacerle caso —. ¡Que pare! —Esta vez se acercó a su asiento y le tiró de los brazos desde atrás.
El hombre, con una maestría admirable y un buen susto en el cuerpo, detuvo la máquina justo a mitad de la pendiente. Margot no perdió un segundo y, después de abrir la puerta, se lanzó a la calle. Se pisó el dobladillo del vestido y a punto estuvo de caer de bruces sobre el suelo mojado, pero no le importó.
—¡Ari! —gritó con toda la fuerza de sus pulmones.
Él giro la cabeza lentamente, como si temiese descubrir que ella no estaba en el lugar del que procedía su voz. Como si le diera miedo comprobar que aquel sonido sólo había existido en su imaginación.
A Margot le bastó que esos ojos negros se clavasen en los suyos para sentir que el mundo comenzaba a girar de nuevo, que la vida regresaba a su cuerpo. ¿Qué importaba todo lo demás?
—Ari —volvió a decir, esta vez con tono suplicante.
A él se le antojó irreal, con aquel vestido blanco empapado por la lluvia y su pálida piel brillando bajo las farolas por efecto de la luz de éstas. Aun así, sabía que no soñaba, que estaba allí, que le suplicaba que fuera hasta ella. Y no la hizo esperar. Corrió, salvando la distancia que los separaba en unas pocas zancadas para estrecharla con fuerza contra él. Margot escondió la cabeza en su pecho.
—Perdóname —le suplicó con la voz rota —. No podía decírtelo. Tenía miedo de perderte.
Ella levantó la cabeza y le colocó un dedo sobre los labios, haciéndolo callar mientras fundía su mirada con la de él.
—Llévame contigo —le pidió.
La abrazó aún con más fuerza mientras unían sus bocas.

* * *

¿Sabes qué día es hoy?
—insertar aquí voz cantarina—.
A ver, sí; a parte del Día Internacional de la Croqueta. Una fecha que, como la zampabollos que soy, no puedo dejar pasar por alto.
Pero, además de por conmemorar a tan exquisito manjar —de verdad, pocas cosas hay que me gusten más que una croqueta— el 16 de enero es también inolvidable para mí porque, un día como hoy, se cumplió mi sueño de convertirme en escritora. 
Estaba en clase, sin prestar atención a las explicaciones de la profesora y con la cabeza en las nubes para no variar. Completamente olvidada de que tenía una novela participando en un certamen literario y, más aún, de que había llegado la jornada fijada para publicar el fallo de dicho concurso. Tenía un carácter un poco pasota por aquel entonces, lo confieso. Pero, como era una novata total, tampoco albergaba esperanza alguna de que mi trabajo fuese a ser seleccionado. Así que acabé, tras enviar el manuscrito, almacenando toda la información sobre el premio en un rincón muy escondido de mi memoria. 
Hasta que una llamada de teléfono me la desempolvó mejor que la misma Ballerina.  


Un día como hoy se me comunicó que El cielo de Bangkok había obtenido una mención especial en el premio HQÑ. Podrán pasar mil años y aún así nunca olvidaré ese momento. Es especial para mí y, por eso, y porque ya sabes que ando un poco más emotiva de lo normal este inicio de año, quería recordarlo en el blog y rememorar uno de los momentos más románticos de mis amados Ari y Margot. Uno de los que más me gustan. 
Y es que las escenas bajo la lluvia, con o sin beso, pero con bien de intensidad, son mi fetiche. Adoro los chaparrones, no pueden faltar en ninguna de mis novelas. 
Por cierto, si aún no conoces a estos dos... No te digo nada. Ya sabes lo que tienes que hacer. 😉

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