jueves, 1 de agosto de 2019

La autoedición encubierta

Pues yo venía a hablar de mi libro, como diría Umbral. O de mi pre-libro, para ser más precisa. Por fin he concluido el manuscrito en el que llevo trabajando desde... ¡Ya no sé ni cuánto tiempo! 😅 Entre una cosa y otra la redacción de esta novela se me ha prolongado mucho más de lo que tenía pensado, me he visto obligada a postergar la fecha de finalización una y otra vez y ya empezaba a temer que no iba a acabar nunca. Sin embargo, esto ya lo he explicado en Instagram, por donde me dejé caer nada más poner el punto final a esta historia de amor, en una de esas acciones irreflexivas en las una tropieza cuando está eufórica. Si es que me puede la pasión 😛. El caso es que no tengo nada más que agregar a lo que expresé allí: estoy contenta y on fire con las correcciones. 
Es por esto que, al sentarme frente al ordenador, he pensado que dedicar una entrada a hablar de este tema tiene poca razón de ser. Y así, en el último momento, he decidido cambiar el plan inicial para comentarte otro asunto en el que también estoy inmersa ahora mismo. 
¡Vamos allá con la improvisación!
Como sabes, ando en busca de editorial; una casita para que Jero y Abril puedan vivir su amor a gusto. El pasado trece de junio no soy supersticiosa, como ves; nací un trece, así que no pude elegir lo dediqué al envío del manuscrito a todas las editoriales que conozco que publican género romántico. Hasta la fecha he recibido respuesta de cinco. De las cuales he considerado solo dos, ya que las otras me han ofrecido una autoedición o coedición.
Al margen de lo mucho que me ha sorprendido lo rápido que han empezado a llegar las respuestas no me esperaba nada hasta, como poco, final de verano quiero aclara que no tengo absolutamente nada en contra de estas formas de publicación. Son una opción más, tan buena como cualquier otra, que un escritor debe contemplar cuando se plantea sacar al mercado una novela. Lo que no me gusta es que me engañen. 
Me explico: si quiero autoeditar ya buscaré yo el modo de hacerlo, iré al lugar que me ofrezca la posibilidad y nos ponemos de acuerdo. Así de natural, sin subterfugios. Pero no te presentes como una editorial al uso y luego intentes venderme la moto de que, por X razones, tengo que pagar para que mi libro salga al mercado. Eso me parece sucio, me huele a manipulación y, como digo, me desagrada sobremanera. 
Por desgracia, empiezo a darme cuenta de hecho, ya lo he comprobado de que es una estrategia común en este medio. Como he adelantado, en relativamente poco tiempo me ha sucedido tres veces. 
La primera, y más desvergonzada de todas, la palabra "autoedición" ni siquiera se mencionó. En ningún momento. Me di cuenta de qué era aquello después de leer el contrato y empezar a atar cabos.
Resulta que, en caso de aceptar esta propuesta, la primera edición de la novela constaría de 100 ejemplares. Prefecto para mí, soy una escritora que está empezando por lo que entiendo y prefiero una tirada pequeñita pues no sabemos cuál será la respuesta del público. ¿Dónde está, entonces, el truco? En que, algunas páginas más adelante, el contrato especifica que el autor debe hacerse cargo de la venta de los 100 primeros ejemplares de la novela,  los cuales tendrá que colocar no lo expresaba así, pero para que nos entendamos antes de un mes a contar desde la publicación. Así, sin presiones. Y, ¿qué pasa si no lo consigue? Pues que se hará responsable de aquellos libros que no sea capaz de endosarle a ninguno de sus familiares o amigos.  
Después de leer esto me vi a mí misma como una de esos vendedores de enciclopédidias que, hace algunos años, iban de casa en casa ofreciendo el género, y que la mayoría de las veces terminaban con la puerta estampada en la nariz. Los primos prehistóricos de los teleoperadores que te llaman a la hora de la siesta para convencerte de que te cambies de compañía telefónica.
Con todo, esta misión impuesta de vendedora de mi propia obra no me molestó. Lo que me jodió con perdón, pero es que fue exactamente así como me sentí fue que, en realidad, al aceptar este acuerdo corro con los gastos de impresión del libro de manera indirecta. Al final, o me doy la maña para venderlos o los pago yo. No hay más. 
También quiero montar una editorial que parta de esta premisa. Es un negocio redondo, nunca tiene pérdidas. 
Honestamente, me pillé tal cabreo que me faltó el tiempo para descartar la opción. Cabreo que naturalmente me comí cuando di mi respuesta porque, ante todo, hay que ser educados. Así me lo han inculcado mis padres desde que era una mocosa todavía más cándida de lo que soy ahora sí, yo tampoco me explico cómo he podido sobrevivir hasta la edad adulta. Escribí al señor que se puso en contacto conmigo y me dijo que mi novela era "de puta madre" aunque no lo bastante para que quisiera asumir un mínimo riesgo por ella y le dije que muchas gracias por su propuesta, pero que no estaba interesa en publicar bajo esas condiciones. Sin especificar cuál era la condición en concreto que no me convencía. 
No hizo falta que fuese más clara. Él me respondió de inmediato para explicarme que no debía tener miedo, que 100 ejemplares no es tanto, que de 50 autores que habían publicado con su sello editorial 48 lograron el objetivo antes de la fecha estipulada y que, oye, si al final me quedaba con 15 libros colgados tampoco era para tanto. 
Llámame susceptible, pero si antes me sentí engañada después de esto... mejor me callo lo que pensé porque, como he dicho, tengo por costumbre ser educada. 
Volví a declinar la oferta con todo el saber estar del que pude hacer acopio. Y aún hube de hacerlo una vez más porque, un par de días después de esto, el mismo señor me volvió a llamar por teléfono, "sin ánimo de insistir". Solo porque, como están obligados a destruir la información de quienes no trabajarán con ellos medida para la cual las editoriales cuentan con dos meses de plazo, pero a él le mola ser previsor―, quería asegurarse de que mi respuesta era definitiva. 
Así que me fui drechita a por la Biblia que mi abuela me regaló por mi primera comunión, me hinqué de rodillas, le juré por los clavos de Cristo que así era; que antes me corto un pie que aceptar sus abusivas condiciones... Y parece que, al final, él se convenció de mi sinceridad. Estoy exagerando, claro; lo de la Biblia y el arrodillamiento no pasó, lo escribo solo para dar más carga dramática al texto. Pero el resto no queda tan lejos de la realidad. 
Este ha sido solo el primer caso que venía a comentar, me quedan dos más. Pero no te preocupes, que voy a ser más concisa al explicarlos. 
La segunda propuesta de autoedición no me pilló por sorpresa. Nada más enviarles el manuscrito me respondieron con uno de esos e-mails automáticos en el que me hacían ver las interminables ventajas de este tipo de publicación. De tal manera que ya sabía a lo que atenerme. 
La tercera fue menos obvia, no se delató hasta el momento de ponerse en contacto conmigo. Pero, al hacerlo, su respuesta fue un calco de la editorial anterior: un catalogo con varias opciones de autopublicación, estipulando precios dependiendo de los servicios que yo estuviese dispuesta a pagar. Como un paquete vacacional, más o menos, para que te hagas una idea. 
En estos dos últimos casos, el motivo para ofrecerme una propuesta de autoedición en lugar de hacerse cargo ellos de la publicación de mi novela fue, en palabras de los responsables que se pusieron en contacto conmigo, que "aunque mi obra es de gran calidad no goza de reconocimiento". 
¡Tócate la peineta, Marieta!
Es que, si yo fuera Megan Maxwell, no les habría mandado mi manuscrito a una editorial que, parafraseándolos, "no goza de reconocimiento". Vamos que, usando un símil futbolístico, el equipo de mi barrio no puede pretender fichar ni a Ronaldo ni a Messi. 
Señores, por favor; vamos a ser un poquito coherentes. 
A todo esto quiero añadir que, aun siendo yo la que correría con los gastos derivados de la publicación, en los tres casos que he expuesto mis honorarios como autora serían los habituales. Los cuales, por si no lo sabes, te digo que están en torno a un 10% de las ventas. El otro 90% va a parar a la empresa.
Lo dicho, que yo también quiero abrir una editorial de estas. Es el negocio redondo: no arriesgas dinero y obtienes ganancias a costa del trabajo de otros. Lo malo es que no me veo como directora de una empresa así, me darían demasiada pena mis escritores. Sentiría que me estoy aprovechando de ellos. O peor aún, de sus ilusiones. Porque la mayoría de la gente que firma un contrato tan descaradamente abusivo como estos que he comentado es porque tiene un sueño. Los que escribimos tenemos la fantasía o quizás la vanidad de que nos lean, de compartir nuestras historias con el mundo, y con eso nos cegamos muchas veces. 


Conclusión: para terminar ya, y que se entienda por qué he puesto esta foto tan chula para ilustrar la entrada, me siento como Caperucita Roja. Me he dado cuenta de que en este bosque en el que me he metido hay mucho lobo feroz. Ya me he topado con alguno que ha intentado llevarme a los matorrales para darme un revolcón. Y no lo digo en ese sentido, así que aparca la mente sucia😎😛. 

jueves, 25 de julio de 2019

¿Escribimos un haiku?

Si digo que me encanta Asia no estoy aportando información nueva para que me conozcas un poquito más. Qué va, lo he repetido tantas veces ya, y en tantos sitios diferentes, que no te faltan motivos para gritarme:
¡Ya lo sé, tía pesada!
Así que tranqui, que no voy a reiterar ni a explicar otra vez que es por esta fascinación por lo que mi primera novela está ambientada en Tailandia. Tampoco que uno de mis grandes sueños es recorrer el sudeste asiático, descubriendo y aprendiendo de la multitud de culturas que lo conforman. Esta no es una de esas entradas que clasifico bajo la etiqueta "diario", sino de las que van en "taller de escritura de novela romántica". Aunque lo de Novela Romántica sobra aquí, pero la etiqueta ya está creada y sigo aprovechándola cada vez que me dejo caer por el blog para hablar de  técnicas y recursos literarios. De modo que ponte cómod@ y vamos a jugar un ratito con las letras.
¿Apetece el plan?
Te preguntaba en el título de la entrada si escribimos un haiku, y quizás debería comenzar explicando qué es eso.
El haiku es un género poético japonés muy asimilado por los escritores occidentales, a pesar del gran abismo kilométrico y cultural que separan a este lado del mundo de la nación nipona.  Son muchos los autores no japoneses que han escrito haikus. También te cuento que, etimológicametne, la palabra se traduce como "escritura paralela"  (hai) y"línea" (ku). Y que estos poemas están compuesto por un único verso de 17 sílabas. Ni una más, aunque si está permitido que sean un poquito menos. Pero no muchas, ¿eh? Recuerda que el 17 es nuestro número cuando nos convertimos en haijin, o autores de haiku.


Vale, pues si ya tenemos esto claro, pasemos a ver de qué modo se distribuyen estas 17 sílabas.
Primero que nada, debemos saber que los haikus están constituidos por tres versos sin rima. Y estos tres versos se combinan en 5, 7 y 5 sílabas. 

Para que lo asimiles mejor fíjate en este esquema:

Primer verso (5 sílabas)
Segundo verso (7 sílabas)
Tercer verso (5 sílabas)

Más claro ahora, ¿a que sí? Pues pasemos a ver un ejemplo con el siguiente haiku escrito por Matsuo Basho, considerado el padre del género: 

Noche sin luna.
La tempestad estruja
los viejos cedros.

Si descomponemos en sílabas el texto tenemos:

No/che/sin/lu/na. (5 sílabas)
La/tem/pes/tad/es/tru/ja (7 sílabas)
los/vie/jos/ce/dros. (5 sílabas)

Ahora que hemos aprendido la forma, vamos a concentrarnos en el contenido. Porque, ¿de qué hablan los haikus?
Pues estos versos suelen centrarse en la naturaleza, o abordan temas de la vida cotidiana. Podemos decir que su finalidad es captar la esencia de los momentos, por lo que prescinden del artificio al que nos tiene acostumbrados la poesía para centrarse en la sencillez, utilizando palabras fáciles de comprender. La idea es captar una imagen, como lo haríamos al tomar una fotografía. Pero usando palabras en lugar de una cámara. O el teléfono móvil, que va más en consonancia con nuestros tiempos.
En relación a esta idea también hay que señalar que los verbos no son muy relevantes ya que, como hemos dicho, lo que el texto hace es describir, no narrar una acción. Ese es el objetivo, el mensaje a transmitir. Lo que, por otro lado, tampoco significa que tengamos que huir de los verbos como de la peste, no es eso. A ver, que son palabras como las demás; tú sabrás si necesitas de ellos para expresar lo que quieres.
Y no podemos concluir sin explicar el concepto de Kigo. 
¡Vaya palabreja! Pero, ¡¿qué es esto?! Pues nada complicado, en realidad; no te asustes. Por kigo se entiende una alusión, explicita o no, que ponga de manifiesto el momento del año al que hace referencia el haiku. Es decir, esa escena que recoges, ¿es otoñal, veraniega...? Puedes mencionar la estación o el mes. O, simplemente, dejarlo entrever.
Según dicta la tradición, todo haiku debe incluir un kigo. Y, si nos paramos a pensarlo, es lógico. No olvidemos que la naturaleza es el principal tema de estas composiciones poéticas, y que esta está claramente marcada por las estaciones. 
Pues, ahora sí... ¡ya está todo dicho!
Lo cierto es que la teoría no es muy complicada, ¿verdad que no? A mí, al menos, me ha sorprendido en este sentido. Me imaginaba algo mucho más enrevesado.
¿Te atreves ahora a escribir tu propio haiku? Yo he tenido la poca vergüenza de intentarlo la ignorancia, como diría un maestro mío de la uni, es muy osada 😅, te dejo aquí el resultado: 

De los cerezos
se caen los pétalos.
Fútil belleza.

¿Qué te parece? La "ponefaltas" de mi hermana dice que me he saltado a la torera el principio de usar un lenguaje sencillo. Y todo por escribir la palabra fútil ¡increíble! Lo que tenemos que aguantar los artistas😎. Le he recomendado que se compre un diccionario y comience a hablar como Dios manda, ¡hombre, ya!

Por cierto, algo muy importante que se me ha olvidado comentar es que los haikus no tienen título. ¡Hala! Pues ahora sí está todo dicho. 

domingo, 21 de julio de 2019

Me miras (poema)

Me miras y me derrito,
y toda yo me hago agua.
Al contacto de tus ojos
se humedecen mis entrañas.

Y vuelan los míos  a los tuyos,
altivo portal que recibe mis ganas
con una sonrisa torva,
impertinente y pagada.

Me miras y tus pupilas
prenden fuego con mis ganas.
Las que siento por ti, por tenerte
solo un rato entre mis mantas.

Y tiemblo impotente, 
consciente de lo que pasa:
no me has tocado y te siento.
¿Qué sentiré cuándo lo hagas?

lunes, 15 de julio de 2019

No te quiero (poema)

No debí decirlo,
me equivoqué al hacerlo.
Erré al dejar escapar
de mis labios un "te quiero".

Un "te quiero" es cosa simple,
insustancial anhelo. 
El capricho de los ojos
que se esfuma con el tiempo.

No confundí las palabras,
pero fallé el sentimiento. 
No me engañó el diccionario
sino mis pensamientos.

Por eso voy a arreglarlo,
solucionaré el entuerto. 
Haré un tachón en la errata
para expresarme de nuevo. 

Te pareceré una loca. 
Entiendo tu desconcierto.
A lo peor no comprendes.
Me están comiendo los nervios. 😖
.
.
.
Otro día, más tranquila, ya... lo intento. 😓


miércoles, 10 de julio de 2019

La llamada (relato)

No puedo creerlo. Más aún que eso: ni siquiera puedo entenderlo. 
La voz al otro lado del teléfono suena alta y clara, pronunciando palabras en un idioma que conozco bien. Y, aun así, mi cerebro es incapaz de descodificarlas; de despojarlas del terrible significado que esconden. 
Señora Salazar, lamento informarle que hemos hallado el cadáver de su hijo me comunica ese hombre. Lo hace de una manera directa, seca... despiadada. 
Quiero preguntar, exigir que me relate los pormenores. También que me diga si se trata de algún tipo de broma macabra. Pero, además de para recibir, compruebo que mi cerebro ha perdido la capacidad para emitir mensajes en mi propia lengua. 
Seguro que el que está del otro lado de la línea se ha dado cuenta de mi ineptitud, porque se salta mi turno de réplica para pasar a relatarme los detalles igual que si me hubiese leído la mente. 
Lo encontramos esta mañana, en su casa. Aún debemos esperar los resultados de la autopsia, pero todo apunta a que ha sido un suicidio...
¡Piiiii...!
Un pitido afilado e infinito me taladra los oídos. Primero creo que proviene de la línea, que la comunicación se ha cortado. Pero, cuando la oficina empieza a girar como si estuviese subida a un carrusel de feria, entiendo que es mi cabeza la que, otra vez, esta fallando en el cumplimiento de sus funciones más básicas. Ahora, es el equilibrio lo que me da problemas. A tientas me dejo caer en la silla de mi escritorio, incapaz de sostenerme un segundo más sobre mis propios pies. Me desplomo en ella como un peso muerto.
"Muerto".
La palabra adquiere un significado completamente diferente al que tenía solo unos minutos antes. Uno más profundo, infinitamente más doloroso; real. 
Mi vida con Darío pasa frente a mis ojos, como en una película rebobinada a toda velocidad. ¡Qué digo película! Un cortometraje se ajusta más a la realidad. Mi hijo era solo un niño cuando me divorcié y lo dejé al cuidado de su padre. Renuncié a él en favor de mi trabajo. Por aquella época mi profesión lo era todo para mí, y la vida de esposa y madre se me presentaba como una pesada carga que cortaba las alas a mi necesidad de autorealización. 
Prioricé mi tiempo sobre el de mi hijo. Probablemente lo hice por egoísmo, pero también porque estaba convencida de que el mío tenía una fecha de caducidad más próxima que el de él.
No imaginé que se marcharía primero.


* * *

Este texto es el resultado de una práctica propuesta en el curso de escritura al que estoy asistiendo en este momento. El arranque de una novela cuya trama se centra en una madre a la que comunican que su hijo, presunto culpable de violencia de género, se ha suicidado tras asesinar a su mujer. De modo que la protagonista, esta mamá que es una importante mujer de negocios que antepuso el desarrollo profesional a su familia, tiene ahora que hacerse cargo de una nieta adolescente. Todo ello mientras intenta justificar ante la sociedad las acciones de su hijo. En parte, para acallar la culpabilidad que siente al pensar que no estuvo con él mientras se convertía en adulto. 
Una historia ligerita, alegre y para dejarnos un buen sabor de boca, como puedes ver. 😅
No es mi género, no soy una escritora social y el tiempo para la composición de la redacción fue de unos pocos minutos. Aclaro todo esto porque, la verdad, no es el escrito del que más orgullosa me siento. Al igual que la señora Salazar, yo también me estoy justificando.
He hecho mi mejor esfuerzo y he aquí mi propuesta para abrir la historia. Ahora, tú decides si merezco que me apedreen o no. 😜