miércoles, 10 de julio de 2019

La llamada (relato)

No puedo creerlo. Más aún que eso: ni siquiera puedo entenderlo. 
La voz al otro lado del teléfono suena alta y clara, pronunciando palabras en un idioma que conozco bien. Y, aun así, mi cerebro es incapaz de descodificarlas; de despojarlas del terrible significado que esconden. 
Señora Salazar, lamento informarle que hemos hallado el cadáver de su hijo me comunica ese hombre. Lo hace de una manera directa, seca... despiadada. 
Quiero preguntar, exigir que me relate los pormenores. También que me diga si se trata de algún tipo de broma macabra. Pero, además de para recibir, compruebo que mi cerebro ha perdido la capacidad para emitir mensajes en mi propia lengua. 
Seguro que el que está del otro lado de la línea se ha dado cuenta de mi ineptitud, porque se salta mi turno de réplica para pasar a relatarme los detalles igual que si me hubiese leído la mente. 
Lo encontramos esta mañana, en su casa. Aún debemos esperar los resultados de la autopsia, pero todo apunta a que ha sido un suicidio...
¡Piiiii...!
Un pitido afilado e infinito me taladra los oídos. Primero creo que proviene de la línea, que la comunicación se ha cortado. Pero, cuando la oficina empieza a girar como si estuviese subida a un carrusel de feria, entiendo que es mi cabeza la que, otra vez, esta fallando en el cumplimiento de sus funciones más básicas. Ahora, es el equilibrio lo que me da problemas. A tientas me dejo caer en la silla de mi escritorio, incapaz de sostenerme un segundo más sobre mis propios pies. Me desplomo en ella como un peso muerto.
"Muerto".
La palabra adquiere un significado completamente diferente al que tenía solo unos minutos antes. Uno más profundo, infinitamente más doloroso; real. 
Mi vida con Darío pasa frente a mis ojos, como en una película rebobinada a toda velocidad. ¡Qué digo película! Un cortometraje se ajusta más a la realidad. Mi hijo era solo un niño cuando me divorcié y lo dejé al cuidado de su padre. Renuncié a él en favor de mi trabajo. Por aquella época mi profesión lo era todo para mí, y la vida de esposa y madre se me presentaba como una pesada carga que cortaba las alas a mi necesidad de autorealización. 
Prioricé mi tiempo sobre el de mi hijo. Probablemente lo hice por egoísmo, pero también porque estaba convencida de que el mío tenía una fecha de caducidad más próxima que el de él.
No imaginé que se marcharía primero.


* * *

Este texto es el resultado de una práctica propuesta en el curso de escritura al que estoy asistiendo en este momento. El arranque de una novela cuya trama se centra en una madre a la que comunican que su hijo, presunto culpable de violencia de género, se ha suicidado tras asesinar a su mujer. De modo que la protagonista, esta mamá que es una importante mujer de negocios que antepuso el desarrollo profesional a su familia, tiene ahora que hacerse cargo de una nieta adolescente. Todo ello mientras intenta justificar ante la sociedad las acciones de su hijo. En parte, para acallar la culpabilidad que siente al pensar que no estuvo con él mientras se convertía en adulto. 
Una historia ligerita, alegre y para dejarnos un buen sabor de boca, como puedes ver. 😅
No es mi género, no soy una escritora social y el tiempo para la composición de la redacción fue de unos pocos minutos. Aclaro todo esto porque, la verdad, no es el escrito del que más orgullosa me siento. Al igual que la señora Salazar, yo también me estoy justificando.
He hecho mi mejor esfuerzo y he aquí mi propuesta para abrir la historia. Ahora, tú decides si merezco que me apedreen o no. 😜

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