Lo comentaba con mis chic@s del Taller de escritura de Novela Romántica: soy una gran fan de los espacios. En la vida en general y en la literatura en particular. Me gustan porque creo firmemente que un lugar puede influir poderosamente en el ánimo de una persona. Es por eso que, cuando narro, siempre me esfuerzo en darles la importancia que merecen. Quizás te suene exagerado pero, para mí, son como otro personaje más.
Tenemos claro que cada historia se desarrolla en un espacio, ¿verdad? Un determinado país, pueblo o ciudad. Pero también en una época histórica y una estación del año específica. Y todo esto implica que los personajes se muevan en un ambiente en particular. Su manera de vestir, reaccionar al clima e, incluso, comer no será igual si las vivencias que estamos contando suceden en verano o si tiene lugar en invierno. Lo digo en serio. Yo, en mis novelas, incluso especifico en qué mes "estamos". Y odio cuando un autor/a no me ubica en el espacio con una precisión, no diré igual a la mía que ya sé que peco de excesiva, pero sí suficiente para que pueda hacerme una idea de cómo es el entorno por el que se mueve mi imaginación. Para que nos entendamos, me ralla mucho que los personajes lleven manga corta en una escena y, a la siguiente, salgan a la calle con abrigo. Me suena a falso, y lo peor que le puede pasar a un escritor es que su lector se salga de la mentira que le está contando. Sobre todo, cuando lo hace por detalles tan fáciles de corregir y controlar como este. Es por eso que me parece muy importante que, del mismo modo en que nos tomamos un momento para reflexionar y determinar en qué periodo histórico transcurre nuestra novela (pasado, presente o futuro) también definamos en qué estación.
Para que nos hagamos una idea, la importancia del espacio en una obra literaria es la misma que tendría la escenografía en una representación teatral. No se reduce a un lugar y un momento, no es solo una imagen que describir. Es una entidad con identidad propia; con sus sonidos, sus olores y sus gentes. Son estos los que lo hacen diferente, único, y lo que crea el universo del que el lector se siente parte. El objetivo es ese, que el que lee se integre en ese mundo ficticio. Esta debe ser la meta de todo escritor: convertir el espacio en blanco de la hoja de papel en un escenario perfectamente armado y listo para la acción.
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El mercado flotante de Bangkok fue uno de los escenarios que usé en El cielo de Bangkok. |
Pero el espacio narrativo no se limita únicamente al lugar físico en el que transcurren los hechos. Tiene otra vertiente, la psicológica, que podríamos definir como la atmósfera. Lo que, por decirlo de una manera clara, sería algo así como el aura que envuelve a la novela. La que prepara el ánimo del lector y lo vuelve receptivo al sentimiento que el autor quiere transmitir. Y esto, para mí, es incluso más importante que lo que hemos comentado hasta ahora.
Por ejemplo, al leer una novela de terror está claro que buscamos una narración inquietante, que nos mantenga en vilo y nos haga mirar a los lados antes de meternos en la cama, para aseguramos de que la acción se ha quedado en las páginas del libro. Para ello, no basta con que el autor/a recurra a fantasmas, vampiros o payasos asesinos. Estos personajes, por sí solos, no tienen fuerza más que para dar algún que otro sustillo. La clave del verdadero terror está en preparar debidamente el espacio psicológico, y con ello el ánimo del lector, para la aparición de estos seres.
Pues igual sucede con la novela romántica. No es suficiente narrar la historia de una pareja, el estar enamorado no es sinónimo de romance. Para ganarnos la atención del lector y llegar a su corazón hay que preparar el ambiente del mismo modo en que lo haría un autor de novela de terror. Hay que trabajar la atmósfera, promoviendo la sensibilidad y creando un aura en el que la fantasía romántica que proponemos sea, no solo posible, sino cautivadora para quien vive la relación de los protagonistas como público.
Y es esto, precisamente esto, lo que me falla con más frecuencia cuando me enfrento a la lectura de una novela romántica. ¿Será verdad eso que dicen de que el romance a muerto? Pues va a ser que sí, porque si ya no se deja ver ni en las novelas que lo tienen como protagonista...
Así que, te lo pido de rodillas, querido escritor/a de este maravilloso género, cultivemos esa atmósfera que toda historia de amor necesita para provocar mariposas en el estómago del lector. Que sonará muy cursi pero, vamos a ver, ¿no es esa, justamente, la finalidad que perseguimos?
Pues hala, todo el mundo a escuchar a Alex Ubago para meterse en situación 😉.
Por ejemplo, al leer una novela de terror está claro que buscamos una narración inquietante, que nos mantenga en vilo y nos haga mirar a los lados antes de meternos en la cama, para aseguramos de que la acción se ha quedado en las páginas del libro. Para ello, no basta con que el autor/a recurra a fantasmas, vampiros o payasos asesinos. Estos personajes, por sí solos, no tienen fuerza más que para dar algún que otro sustillo. La clave del verdadero terror está en preparar debidamente el espacio psicológico, y con ello el ánimo del lector, para la aparición de estos seres.
Pues igual sucede con la novela romántica. No es suficiente narrar la historia de una pareja, el estar enamorado no es sinónimo de romance. Para ganarnos la atención del lector y llegar a su corazón hay que preparar el ambiente del mismo modo en que lo haría un autor de novela de terror. Hay que trabajar la atmósfera, promoviendo la sensibilidad y creando un aura en el que la fantasía romántica que proponemos sea, no solo posible, sino cautivadora para quien vive la relación de los protagonistas como público.
Y es esto, precisamente esto, lo que me falla con más frecuencia cuando me enfrento a la lectura de una novela romántica. ¿Será verdad eso que dicen de que el romance a muerto? Pues va a ser que sí, porque si ya no se deja ver ni en las novelas que lo tienen como protagonista...
Así que, te lo pido de rodillas, querido escritor/a de este maravilloso género, cultivemos esa atmósfera que toda historia de amor necesita para provocar mariposas en el estómago del lector. Que sonará muy cursi pero, vamos a ver, ¿no es esa, justamente, la finalidad que perseguimos?
Pues hala, todo el mundo a escuchar a Alex Ubago para meterse en situación 😉.