sábado, 2 de marzo de 2019

El espacio, otro personaje principal de la novela

Lo comentaba con mis chic@s del Taller de escritura de Novela Romántica: soy una gran fan de los espacios. En la vida en general y en la literatura en particular. Me gustan porque creo firmemente que un lugar puede influir poderosamente en el ánimo de una persona. Es por eso que, cuando narro, siempre me esfuerzo en darles la importancia que merecen. Quizás te suene exagerado pero, para mí, son como otro personaje más. 
Tenemos claro que cada historia se desarrolla en un espacio, ¿verdad? Un determinado país, pueblo o ciudad. Pero también en una época histórica y una estación del año específica. Y todo esto implica que los personajes se muevan en un ambiente en particular. Su manera de vestir, reaccionar al clima e, incluso, comer no será igual si las vivencias que estamos contando suceden en verano o si tiene lugar en invierno. Lo digo en serio. Yo, en mis novelas, incluso especifico en qué mes "estamos". Y odio cuando un autor/a no me ubica en el espacio con una precisión, no diré igual a la mía que ya sé que peco de excesiva, pero sí suficiente para que pueda hacerme una idea de cómo es el entorno por el que se mueve mi imaginación. Para que nos entendamos, me ralla mucho que los personajes lleven manga corta en una escena y, a la siguiente, salgan a la calle con abrigo. Me suena a falso, y lo peor que le puede pasar a un escritor es que su lector se salga de la mentira que le está contando. Sobre todo, cuando lo hace por detalles tan fáciles de corregir y controlar como este. Es por eso que me parece muy importante que, del mismo modo en que nos tomamos un momento para reflexionar y determinar en qué periodo histórico transcurre nuestra novela (pasado, presente o futuro) también definamos en qué estación. 
Para que nos hagamos una idea, la importancia del espacio en una obra literaria es la misma que tendría la escenografía en una representación teatral. No se reduce a un lugar y un momento, no es solo una imagen que describir. Es una entidad con identidad propia; con sus sonidos, sus olores y sus gentes. Son estos los que lo hacen diferente, único, y lo que crea el universo del que el lector se siente parte. El objetivo es ese, que el que lee se integre en ese mundo ficticio. Esta debe ser la meta de todo escritor: convertir el espacio en blanco de la hoja de papel en un escenario perfectamente armado y listo para la acción.

El mercado flotante de Bangkok fue uno de los escenarios que usé en El cielo de Bangkok.

Pero el espacio narrativo no se limita únicamente al lugar físico en el que transcurren los hechos. Tiene otra vertiente, la psicológica, que podríamos definir como la atmósfera. Lo que, por decirlo de una manera clara, sería algo así como el aura que envuelve a la novela. La que prepara el ánimo del lector y lo vuelve receptivo al sentimiento que el autor quiere transmitir. Y esto, para mí, es incluso más importante que lo que hemos comentado hasta ahora.
Por ejemplo, al leer una novela de terror está claro que buscamos una narración inquietante, que nos mantenga en vilo y nos haga mirar a los lados antes de meternos en la cama, para aseguramos de que la acción se ha quedado en las páginas del libro. Para ello, no basta con que el autor/a recurra a fantasmas, vampiros o payasos asesinos. Estos personajes, por sí solos, no tienen fuerza más que para dar algún que otro sustillo. La clave del verdadero terror está en preparar debidamente el espacio psicológico, y con ello el ánimo del lector, para la aparición de estos seres.
Pues igual sucede con la novela romántica. No es suficiente narrar la historia de una pareja, el estar enamorado no es sinónimo de romance. Para ganarnos la atención del lector y llegar a su corazón hay que preparar el ambiente del mismo modo en que lo haría un autor de novela de terror. Hay que trabajar la atmósfera, promoviendo la sensibilidad y creando un aura en el que la fantasía romántica que proponemos sea, no solo posible, sino cautivadora para quien vive la relación de los protagonistas como público.
Y es esto, precisamente esto, lo que me falla con más frecuencia cuando me enfrento a la lectura de una novela romántica. ¿Será verdad eso que dicen de que el romance a muerto? Pues va a ser que sí, porque si ya no se deja ver ni en las novelas que lo tienen como protagonista...
Así que, te lo pido de rodillas, querido escritor/a de este maravilloso género, cultivemos esa atmósfera que toda historia de amor necesita para provocar mariposas en el estómago del lector. Que sonará muy cursi pero, vamos a ver, ¿no es esa, justamente, la finalidad que perseguimos?
Pues hala, todo el mundo a escuchar a Alex Ubago para meterse en situación 😉.

domingo, 24 de febrero de 2019

La fórmula matemática para medir el ritmo de tu novela

El pasado lunes, en el Taller de escritura de Novela Romántica, hablamos sobre la narración y todos los elementos que intervienen en ella (tiempo, espacio, ritmo...). Como cualquier aspecto relacionado con la creación de una novela, la mezcla de estos queda a elección del que escribe. Está en el novelista, en su criterio y en el resultado que espera de su trabajo, velar por el desarrollo de la historia que está contando. Esto es así ya que, para bien o para mal (personalmente, me decanto más por lo primero) no existe la receta que nos guíe, marcando la cantidad de cada uno de los ingredientes que necesita la trama.  Escribir es un proceso creativo, una manera de expresarse. Y ya se sabe que cada quien se expresa de una forma diferente. Es por esto que, cuando hablamos de escritura, siempre lo hacemos en base a pautas, nunca a verdades absolutas.
En el tiempo que llevo al frente del taller me he dado cuenta de que esto, que mi mente caótica y poco amiga de ataduras considera un campo de posibilidades infinitas, puede complicarse para las personas más racionales. Así que ando buscando un método científico con más ahínco que cualquier matemático 😜. Esta semana la suerte ha estado de mi lado y, bicheando por Internet, he dado con una sencilla fórmula que permite medir el ritmo de una novela. Basta con hacer una división utilizando el número total de páginas de la misma y el de escenas que tenemos en ellas. Y listo. Se supone que a mayor número de escenas, más amena y dinámica será la historia.


Solamente por pedir, diré que me falta una leyenda, tipo test de la SuperPop, que detalle cómo sería el ritmo dependiendo del resultado de la división. Algo tipo:

  • De 0 a 5: Admítelo, tú novela es un ladrillo. 
  • De 6 a 11: Aceptable. Puedes estar tranquil@, no la utilizarán en las curas contra el insomnio.  
  • De 12 a 20: ¡Genial! A tu lector le va a dar un ataque al corazón.
La verdad es que yo no sabría decir qué número pude servirnos de referente para considerar que hemos conseguido un buen ritmo. En cualquier caso, recordemos que no se trata de meter escenas simplemente para que haya muchas, y que estás deben tener siempre una intención y aportar algo a la historia.
El post original puedes leerlo aquí. El artículo es muy bueno y da bastantes ideas para aprender a manejar el ritmo narrativo. 

miércoles, 20 de febrero de 2019

Once días con Mister Facebook

Hay que adaptare, Adriana me decían los entendidos en el tema , evolucionar. Eres demasiado joven para no ir con los nuevos tiempos. 
Por "nuevos tiempos" vamos a entender redes sociales y, tras el consejo, véase el interés de los que me quieren en ayudarme a darme a conocer en el mundo de la literatura. ¿Qué mejor herramienta para llegar al mayor número posible de personas? Y, además, ¡gratis!
La verdad es que al razonamiento no le falta lógica, hay que reconocerlo. Y me gustaría decir que fueron la sensatez, y la capacidad para escuchar las sabias palabras de otros, lo que me llevó a hacer la prueba. Pero mentiría si arguyese semejante falacia. La verdad es que fue el cierre de Google+ lo que, el pasado 9 de febrero, me decidió a abrir una cuenta en Facebook. Estaba entre este e Instagram pero, al final, ganó el primero. No sabría decir por qué. Seguramente, porque de entre mis conocidos hay más gente usando Face que el Insta, el cual siempre asocio a celebrities y personajes del famoseo. 
Llegué con toda mi ilusión. ¡Pues claro que sí! ¡Qué no se diga! Bien dispuesta a usar la plataforma para mostrar al mundo cómo escribo. 
Creo que a las dos horas ya me había dado cuenta de que no era el mejor lugar para el fin que perseguía. Es un poquito difícil mantener una organización dentro de las publicaciones que haces tú mismo. No digamos cuando a estas se suman las de los demás, que tienen acceso a escribir en tu biografía siempre que quieran, como quieran y de lo que quieran. 
Que no se me malentienda, soy una firme defensora de la libertad de expresión. Es solo que... Bueno, también soy una clasicorra. Sigo pensando que, para ligar, es mejor irse a la discoteca o a cualquier lugar que te permita ver a tu proyecto de partenaire face to face. En fin, más allá de cualquier otro motivo, ya he dicho que mi finalidad al recaer allí estaba bien lejos de estos fines. 
Con todo y esto he aguantado. No soy de las que se rinden a la primera. He resistido durante once días. 
¿Qué? ¿Te parecen pocos? ¡¡¡Ufff...!!!! Pues a mí se me han hecho una eternidad. Cuestión de perspectiva, supongo. 


Entre los mensajes feministas que hacen flaco favor a la mujer (si de verdad crees que una chica/señora, "sea zorra, puta, fea...", merece ser respetada, ¿no deberías liberarla de la etiqueta de guarra y evitar juzgarla por su físico?), los que se amparan en el humor para defender una mentalidad machista, los que solo ven sexo por doquier y los que tratan de evangelizar a la peña a base de likes para Jesucristo... En fin, dejémoslo en que era demasiada información para una mente tan limitadita como la de servidora. 
Por eso mismo, porque soy tonta de remate, voy a desoír el consejo que me han dado hasta la saciedad y a largarme de Facebook con viento fresco. No lo aguanto más, ya he comprobado sobradamente que no es sitio para mí.  Puede que en este blog, tan escondidito y de difícil acceso, me sea más difícil dar a conocer mi trabajo. Pero, mira, honestamente, tampoco creo que los que se quedan en la corrala en red que dejo tras de mí sean lectores potenciales para mis novelas. 
Así que adiós, Mister Facebook. Dios sabe que he luchado por sacar adelante nuestra relación. De verdad que lo he hecho. Digamos que somos incompatibles y ya está. 

miércoles, 13 de febrero de 2019

Solterona busca gato (poema)

Voy a adoptar un gatito,
es la ley de mi existencia.
Hoy es mi cumpleaños
y ya cumplo más de treinta.

Solterita y enterita
(o solterona, como vean)
escribo novelas de amor,
que es lo que la realidad me niega.

Soy un cliché en toda regla,
un estereotipo con patas.
Pero sí me miras de cerca
te sorprenderá lo que hayas.

No estoy triste ni frustrada,
me siento feliz y plena.
Soy una mujer libre,
entro y salgo cuando quiera.

Así que cambia la mente.
Respeta la diversidad ajena.
El gato se puede quedar.
¿Tus prejuicios?  
Que no pasen de la puerta.

¡Happy Birthday To Me! 🎉

Hoy es mi cumpleaños. Tengo chucherías, croquetas hasta hartarme para almorzar, tarta de galletas y chocolate de merienda y regalos. La vida es maravillosa, durante veinticuatro horas al menos. Mañana ya me preocuparé por lo que toque 😉.

martes, 5 de febrero de 2019

La necesidad de desmitificar la escritura

Ayer dio inicio el Taller de escritura de Novela Romántica y, a pesar de los nervios propios de todo comienzo, la experiencia me a encantado. Principalmente por el fabuloso grupo con el que me he encontrado. El trabajo se convierte en un placer cuando haces algo que te gusta y cuentas con gente dispuesta a participar y a abrirse. Escribir, al final, es más que nada eso: ganas de comunicar y buenas dosis de valentía para compartir con los demás lo que guardamos dentro. 
En esta toma de contacto una de las cosas que más me a llamado la atención es que algunos de mis novelistas en potencia hablan de su timidez, o del deseo de encontrar un personaje especial, como grandes frenos a la hora de ponerse a escribir. Y me resulta curioso no por extraño, sino por todo lo contrario. 
La actriz Inma Cuesta interpreta en la película Los miércoles no existen a una periodista con vocación de escritora. Sin embargo, su personaje confiesa que "aún no ha escrito nada porque sigue esperando una historia única" (no recuerdo la frase literal, pero más o menos venía a ser algo así). Esto, que expresa un personaje de ficción, es un condicionante que sufren (hemos sufrido y seguiremos sufriendo) bastantes autores que habitamos en el mundo real. Son muchos los aspirantes a escritores que no escriben, y no lo hacen porque todo lo que se les ocurre les resulta insuficiente.

Eduardo Noriega e Inma Cuesta en la película Los miércoles no existen

Es por esto que me parece importante trabajar en la desmitificación de la escritura. Es decir, en la necesidad de aceptar la cruda realidad. Y esta no es otra más que los que escribimos no tenemos la obligación de redactar genialidades cada vez que nos ponemos a gastar tinta. De hecho, vamos a ser honestos, la gran mayoría de lo que dejamos en el papel puede incluirse en la categoría de chorradas. Sin embargo, contrariamente a lo que solemos pensar, eso no tiene nada de malo. Al revés, es muy beneficioso. 
A ver, para que nos hagamos una idea, la escritura es como el ejercicio físico: cuanto más entrenes, mejores resultados obtendrás. Lo que en este caso se traduce en más habilidad para expresarnos, una mejora de nuestro estilo narrativo y, lo que es mucho más importante, un conocimiento más profundo de nosotros mismos; de quienes somos como autores, cuáles son nuestros puntos fuertes y también cuáles los débiles. 
Siguiendo con el ejemplo del deporte, es lógico suponer que, cuanto más escribamos, mejor lo haremos. Nuestros primeros textos serán también nuestros peores textos. Es algo lógico y de lo que no hay que avergonzarnos. Lo preocupante sería que ocurriese lo opuesto. Así que, ¿por qué no superamos las barreras de la timidez y la exigencia y nos ponemos a escribir cuanto antes? De esta forma llegaremos más rápido al nivel que deseamos. Para alcanzar un destino hay que ponerse en marcha para llegar allí. 
En definitiva, y para ir concluyendo y no hacer la entrada muy larga, escribir no es un acto de sublime perfección, sino de honestidad. No te frustres buscando florituras para adornar tu trabajo, porque el proceso es justamente el inverso: cuanto más trabajes, más bonitos resultaran tus escritos. Una belleza que surgirá de manera completamente espontanea y natural.