Ayer dio inicio el Taller de escritura de Novela Romántica y, a pesar de los nervios propios de todo comienzo, la experiencia me a encantado. Principalmente por el fabuloso grupo con el que me he encontrado. El trabajo se convierte en un placer cuando haces algo que te gusta y cuentas con gente dispuesta a participar y a abrirse. Escribir, al final, es más que nada eso: ganas de comunicar y buenas dosis de valentía para compartir con los demás lo que guardamos dentro.
En esta toma de contacto una de las cosas que más me a llamado la atención es que algunos de mis novelistas en potencia hablan de su timidez, o del deseo de encontrar un personaje especial, como grandes frenos a la hora de ponerse a escribir. Y me resulta curioso no por extraño, sino por todo lo contrario.
La actriz Inma Cuesta interpreta en la película Los miércoles no existen a una periodista con vocación de escritora. Sin embargo, su personaje confiesa que "aún no ha escrito nada porque sigue esperando una historia única" (no recuerdo la frase literal, pero más o menos venía a ser algo así). Esto, que expresa un personaje de ficción, es un condicionante que sufren (hemos sufrido y seguiremos sufriendo) bastantes autores que habitamos en el mundo real. Son muchos los aspirantes a escritores que no escriben, y no lo hacen porque todo lo que se les ocurre les resulta insuficiente.
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Eduardo Noriega e Inma Cuesta en la película Los miércoles no existen |
Es por esto que me parece importante trabajar en la desmitificación de la escritura. Es decir, en la necesidad de aceptar la cruda realidad. Y esta no es otra más que los que escribimos no tenemos la obligación de redactar genialidades cada vez que nos ponemos a gastar tinta. De hecho, vamos a ser honestos, la gran mayoría de lo que dejamos en el papel puede incluirse en la categoría de chorradas. Sin embargo, contrariamente a lo que solemos pensar, eso no tiene nada de malo. Al revés, es muy beneficioso.
A ver, para que nos hagamos una idea, la escritura es como el ejercicio físico: cuanto más entrenes, mejores resultados obtendrás. Lo que en este caso se traduce en más habilidad para expresarnos, una mejora de nuestro estilo narrativo y, lo que es mucho más importante, un conocimiento más profundo de nosotros mismos; de quienes somos como autores, cuáles son nuestros puntos fuertes y también cuáles los débiles.
Siguiendo con el ejemplo del deporte, es lógico suponer que, cuanto más escribamos, mejor lo haremos. Nuestros primeros textos serán también nuestros peores textos. Es algo lógico y de lo que no hay que avergonzarnos. Lo preocupante sería que ocurriese lo opuesto. Así que, ¿por qué no superamos las barreras de la timidez y la exigencia y nos ponemos a escribir cuanto antes? De esta forma llegaremos más rápido al nivel que deseamos. Para alcanzar un destino hay que ponerse en marcha para llegar allí.
En definitiva, y para ir concluyendo y no hacer la entrada muy larga, escribir no es un acto de sublime perfección, sino de honestidad. No te frustres buscando florituras para adornar tu trabajo, porque el proceso es justamente el inverso: cuanto más trabajes, más bonitos resultaran tus escritos. Una belleza que surgirá de manera completamente espontanea y natural.
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