Desde el momento en que llegamos a este mundo, todos, sin excepción, iniciamos un proceso de adaptación a la vida. Es lo justo. Al fin y al cabo, ella estaba aquí mucho antes que nosotros. Pero como lo justo no siempre es lo que más nos conviene, hasta el menos pillo se busca sus mañas para conseguir que sea la vida la que se adapte un poquito a el/la menda. Estoy hablando de cosas pequeñas, por supuesto; detalles insignificantes. Porque una cosa es querer estar lo más cómodo y a gusto posible y, otra bien distinta, pretender que sea el mundo el que gire a tu alrededor. Si esto es lo que esperas, te lo aviso desde ya: vas de culo.
Por ejemplo, ¿quién no ha usado alguna vez la banqueta de la cocina como mesa supletoria para poner el café cuando se repantiga en el sofá a ver la tele? Y, ¿qué me dices de la última balda del mueble de la alacena, donde acaban olvidados los productos que no usas a diario? Di que sí; garbanzos, lentejas y pastas bien a la mano, y lo otro... confinado en la más alta torre. Pues claro, los bajitos tenemos nuestras mañas.
Los miedosos, también.
Creo que esta no será la primera vez que cuento lo poco aficionada que soy a las pelis y novelas de terror. Ni lo lejos que me mantengo de la puerta de la casa del terror cuando voy a un parque de atracciones ―naturalmente, jamás los visito en Halloween―. Para mí el miedo es una emoción negativa, desagradable, así que trato de guardar distancias con ella y evitarla lo más posible. Pero, claro, hay determinadas situaciones y, sobretodo, ambientes, en los que no importa que tú no quieras acercarte a él, porque es el miedo quien se empeña en ir detrás de ti. Cerca; muy, muy cerca. Tanto, que hasta puedes notar su aliento despeinándote los pelillos de la nuca.
¡AYYY! 😱😱😱
Desérticas paradas de autobús a primera hora de la mañana, pasillos oscuros y largos en ese lugar de trabajo en el que ya no queda nadie más que tú, tu casa cuando eres la única de sus habitantes habituales que se ha quedado sin plan para la noche... Todos esos escenarios tienen algo inquietante para el alma miedosa. Si a eso se le une una desquiciada mente novelera, como la de esta que escribe... No es por ponerme medallas, de verdad que no; pero creo que si me dedicara a escribir las historias que se me pasan por la cabeza en mis momentos de terror, podría hacerle la competencia a Stephen King. Aunque también lo pasaría fatal durante el proceso creativo, 🤨 no compensa.
Es por esto que, en este proceso de adaptación de la vida a las necesidades propias, que mencioné al principio, he acabado desarrollando mi particular kit de emergencia para situaciones en las que siento que empiezo a sucumbir al miedo. Esto es lo que llamo La teoría de la probabilidad.
A ver, me explico.
Supongamos que, de vuelta a casa, sola, después de haber estado de fiesta, me toca pasar por un callejón en cuyos muros las sombras dibujan figuras espectrales antes de engullir por completo el camino. ¡No pasa nada! Vale que me vienen a la mente todas esas escenas de historias de ficción que he visto y/o leído ―lo de mantener las distancias con el género me lo impuse al hacerme adulta y priorizar mi paz mental sobre todo lo demás; así que yo también tengo un buen repertorio de escenarios de pesadilla, como todo hijo de vecino―. Esas en las que un chica incauta y menudita ―la coincidencia del perfil del personaje con el mío es pura coincidencia―, y que por lo mismo tiene nulas posibilidades de salir victoriosa de un enfrentamiento físico, aun cuando el adversario sea el Ratoncito Pérez, es atacada por uno de esos zombis devorador de cerebros.
¡Qué ascazo! De verdad.
¡Qué ascazo! De verdad.
Ella empieza a oír sus gruñidos tras un cubo de basura, se acerca ―¡No! ¿Por qué en todas las películas la victima potencial se acerca? Mejor corre, boba; ¡corre!― y, entonces... ¡ZAS! En cuestión de segundos termina convertida en puré de carne.
Sí; confieso que en mi imaginación he protagonizado infinidad de veces esta escena. Es entonces cuando decido que ha llegado el momento de ceder la palabra a mi voz interior, la cual me dice:
Vamos a ver, Adriana, deja en pause la imaginación desbocada esa que tienes y tira de la racionalidad, que algún uso le tendrás que dar de vez en cuando, ¡digo yo!
Vamos a ver, Adriana, deja en pause la imaginación desbocada esa que tienes y tira de la racionalidad, que algún uso le tendrás que dar de vez en cuando, ¡digo yo!
En estas historias que son directamente responsables de que estés a un paso del paro cardíaco, ¿no hay siempre un héroe macizorro que aparece en el momento justo para salvar a la chica? No; no a la pardilla que muere al principio, antes de que terminen de pasar los créditos. Tampoco a la que la palma a la mitad. Sino a la protagonista, ella siempre llega con vida al The End. Y está claro que ese es el papel que te toca a ti. Estaría bueno no ser prota ni en tus propios terrores. Ahora, piénsalo seriamente: ¿cuántas posibilidades crees que hay de que tú te topes con un tío así? ―En este punto, a mi voz interior se le escapa una risotada perversa. Tiene mala uva, la puñetera―. Eso es, ¡cero! Por lo tanto, siguiendo con la argumentación lógica, a cero posibilidades de encuentro con el héroe le corresponde cero posibilidades de ataque zombi. ¿No?
Pues ahí lo tienes, la acción no es posible. ¡Despídete de la película, Prima Donna!
Y, ¡oye! ¡Mano de santo!
Tras esta charleta conmigo misma, me quedo la mar de relajada y soy capaz de atravesar el cementerio a medianoche, si hace falta.
Es tonto, vale. Lo admito. Pero, párate a pensarlo; es igual de idiota que creer en zombis (aclaración importante: el zombi es sustituible por vampios, espectros y el resto de variables posible dentro de las criaturas de ultratumba). Con lo cual, me parece un remedio a la altura del mal.
Sin embargo, mira tú por donde, la vida, que se habrá molestado conmigo por intentar zafarme de las taras que me ha impuesto, ha venido a fastidiarme el invento desatando una pandemia mundial. Después de esto, empiezo a cuestionarme las leyes de esa lógica a la que recurro en mis momentos de mayor ansiedad. Porque esta que estamos viviendo es otra de esas situaciones que solo creía posibles en la ficción. Y, no se tú, pero yo sigo sin encontrarme a Brad Pitt. ¿O será que hay que esperar a que la cosa empeore y empiecen a aparecer los primeros zombis?
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Aquí el señor Pitt analizando la situación antes de entrar en acción. Buena señal; si puede pararse a elaborar estrategias significa que la cosa aún no está muy mal. |
Esto que acabo de soltar es un frivolidad enorme, teniendo en cuenta lo serias que están las cosas. Pero permitirme un poquito de humor antes de decir lo importante.
No soy muy partidaria de hacerme eco de los problemas sociales. Primero, porque como escritora de Novela Romántica considero que mi papel es conseguir que te evadas del mundo y sus problemas. Segundo, porque creo firmemente que los que tienen potestad para hablar son, únicamente, los especialistas, y que muchas veces el que nos hagamos eco en avalancha de una situación tan delicada como esta, soltando nuestras propias opiniones, puede ser más contraproducente que otra cosa. Sin embargo, en vista del cariz que están tomando el asunto, me voy a tomar la libertad de hacer una pequeña excepción en esta máxima que tengo para darte un consejo:
¡CALMA!
Todavía no hemos llegado a la situación que se ve en las pelis sobre el fin de la humanidad. Y, honestamente, tampoco creo que la alcancemos.
No quiero minimizar lo que está sucediendo, por supuesto que es algo muy grave y sin precedentes. Pero también considero, y confío, en que se puede solucionar si escuchamos a los que saben y acatamos las medidas que se nos han impuesto. Quédate en casa e intenta aprovechar el tiempo. Solo eso. A ver, que tampoco nos están pidiendo algo tan difícil. ¡Con la de libros y pelis que hay para leer y ver! ¡Vamos! Si estoy harta de oír las ganas que tiene todo el mundo de que sea finde para pillar por banda al Netflix. 😉
Y, POR FAVOR, no saquees tu super más cercano. No hay ningún problema de abastecimiento ni lo habrá, a no ser que lo provoquemos nosotros. Haz la compra como la harías normalmente y piensa en los que vienen detrás, que también tendrán que comer algo. Yo hago la compra semanal los sábados y te juro que ayer aluciné con el panorama y la actitud tan egoísta de la gente. Los hay que se llevan las cosas porque sí, al grito de: ¡eso mismo!
Además, deja ya de preocuparte por el p*** papel higiénico. Qué estás en tu casa, hombre; en un momento de apuro tiras de bidé y sanseacabó. 😋
Además, deja ya de preocuparte por el p*** papel higiénico. Qué estás en tu casa, hombre; en un momento de apuro tiras de bidé y sanseacabó. 😋
Así que tranqui, que me da a mí que lo único que necesitamos es esperar, y que no va a hacer falta que el señor Pitt venga a salvarnos. Aunque no sé yo si esto, a algunos, les parecerá una bendición o una desgracia. 😅
P.D.: Lo de la teoría de la probabilidad es completamente cierto, pero que quede claro que no soy ninguna pirada con el tema de los fantasmas. De hecho, suelo pecar de escéptica con lo paranormal. Será por eso que me funciona tirar de la lógica cuando me desquicio. Lo que pasa es que también tengo una imaginación demasiado fértil y soy muy sensible a los ambientes. No me hace falta mucho para montarme la película y, claro, así, a veces acabo como acabo.
P.D. 2: Llegado el caso, ¿podría cambiar a Brad Pitt por otro? A mí es que los chicos así, tan rubitos y tipo nórdico, no me van mucho.
P.D.: Lo de la teoría de la probabilidad es completamente cierto, pero que quede claro que no soy ninguna pirada con el tema de los fantasmas. De hecho, suelo pecar de escéptica con lo paranormal. Será por eso que me funciona tirar de la lógica cuando me desquicio. Lo que pasa es que también tengo una imaginación demasiado fértil y soy muy sensible a los ambientes. No me hace falta mucho para montarme la película y, claro, así, a veces acabo como acabo.
P.D. 2: Llegado el caso, ¿podría cambiar a Brad Pitt por otro? A mí es que los chicos así, tan rubitos y tipo nórdico, no me van mucho.
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