martes, 26 de marzo de 2019

Clausura del Taller de escritura de Novela Romántica

Ayer tuvo lugar la última sesión del Taller de escritura de Novela Romántica que, desde comienzos de febrero, he estado dirigiendo en la Biblioteca Provincial de Huelva. Una experiencia que solo puedo resumir como maravillosa y tremendamente enriquecedora para mí. Aunque también debo confesar que tuve mis dudas al principio. "En qué berengenal te estás metiendo, Adriana", me decía el Pepito Grillo que habita en mi cabeza. Y con más razón que un santo, por muy bichejo que sea mira que había animales, ¿por qué tenía que ser un grillo?😵 no puedo quitársela. 
Siempre he sido la tímida que se sentaba al final de la clase y rezaba en voz baja para que al maestro no le diese por preguntarle. También la que ve una cámara y huye en dirección contraria. Es por eso que estar frente a un auditorio me queda un poco fuera de habitad. Me he dedicado a la docencia durante varios años, pero esta ha sido mi primera vez frente a adultos... y no me he podido sentir más a gusto. 
Muchísimas gracias, grupo. Por aguantarme durante estas últimas ocho semanas, por vuestra disposición y vuestras ganas y, sobre todo, por haberme permitido disfrutar de vuestro talento.


Ánimo, y a seguir escribiendo 👍

miércoles, 20 de marzo de 2019

Donde el pantalón te toca (poema)

Preguntas hay que merecen
tomarse por muy indiscretas.
Y puesto que preguntar osaste,
con presunción por demás coqueta,
sobre aquello que mi alma
con mayor fervor anhela,
yo responderte he,
y al hacerlo no miente mi boca,
que nada deseo más que tocar
donde el pantalón te toca.

Sorprenderte no debes
al oírme tal respuesta, 
pues mis labios solo dicen
lo que mis ojos demuestran.

Y ya que es tan evidente 
lo que en mi pecho se asienta,
pues me arde todo el cuerpo
solo con tenerte cerca,
me reitero en mis palabras
y me descubro de nuevo
sin tapujos ni misterios. 

Que no hay nada, vida mía,
que más ansíe esta loca,
que poder tocar un día
donde el pantalón te toca. 

jueves, 14 de marzo de 2019

La voz narrativa

Es uno de los temas que nos trae de cabeza en el Taller de escritura de Novela Romántica. Así que publico este post para aclarar y refrescar ideas 😜.


Primero que nada, partamos de la base de que podemos narrar:

En primera persona: yo
En segunda persona: tú
En tercera persona: él / ella

De estas tres, ya de entrada voy a descartar una: la segunda persona. La dejo de lado porque es la voz narrativa menos utilizada y se reserva casi  en exclusiva para el género epistolar. Su función es, básicamente, introducir al lector en la fantasía que propone el autor de la obra, al endosarle el papel de destinatario de las misivas. Por lo demás, para narrar en segunda persona basta con que finjamos que estamos redactando una carta o un e-mail a algún amigo o conocido. No hay más complejidad. 
Aclarado este punto, vamos a lo que nos interesa: la narración en primera y en tercera persona.

Primera persona

Una novela narrada en primera persona es aquella en la que un personaje de la misma (puede ser el/la protagonista u otro) cuenta, como su propio nombre indica en primera persona, la historia de la que está siendo participe. Es decir, el autor del texto, como si de un actor se tratase, asume el papel del personaje y relata los hechos como si fuese él. 
En este sentido, cuando hablamos de narración en primera persona podemos diferenciar:
  • Narrador protagonista: el héroe o heroína es quien cuenta la historia de la que es protagonista.
  • Narrador testigo: es otro personaje de la novela (no el protagonista) el que asume la tarea de narrar los hechos.
  • Narrador poliédrico: en este caso no tenemos un único narrador, sino que son varios los personajes que toman esta labor. 

Tercera persona

Podríamos decir que es la clásica. 
Al contrario de lo que ocurre con la narración en primera persona, aquí los personajes solo hablan cuando se redactan los diálogos que mantienen entre ellos. La historia, en sí, está contada por un narrador ajeno a los hechos que relata. Alguien que no interviene en la trama pero que conoce en profundidad todo lo que acontece en ella y a las personas que se ven involucrada en las situaciones de las que nos está hablando. Este narrador es, por decirlo de algún modo, una especie de dios capaz de seguir a los personajes en todo momento y de conocer cada una de sus acciones, pensamientos y emociones. A veces, incluso es consciente de lo que sienten antes de que los propios personajes se den cuenta de ello. 
Al hablar de la narración en tercera persona podemos diferenciar dos tipos de narrador:
  • Narrador omnisciente: aclaremos primero qué significa esta palabra según la RAE:
Omnisciencia: (del latín omnis "todo" y scientia "ciencia").
1. f. Conocimiento de todas las cosas reales y posibles,
atributo exclusivo de Dios.

Pues lo que decíamos. Atendiendo al significado de su nombre, el narrador omnisciente es ese "dios" capaz de saber absolutamente todo lo que ocurre en la novela y en el interior de las personas que transitan por ella. 

  • Narrador observador u objetivo: no se diferencia del omnisciente mas que en el hecho de que, a diferencia de este primero, el narrador observador ejerce la misma función de una cámara de cine: recoge los hechos (los narra en detalle) pero jamás entra en valoraciones sobre ellos. No da su opinión ni hace juicios de valor sobre lo que cuenta.
En conclusión, podemos decir que la narración en primera persona siempre está hecha por un personaje de la historia que se cuenta. Mientras que en la narración en tercera persona tenemos un narrador cuya única función dentro de la trama es transmitir los echos que se suceden y en los que él/ella no interviene. Es un mero canal de comunicación con el lector. 
Además, tal y como vimos durante la sesión, cada tipo de narrador tiene sus pros y sus contras. Por eso, decidir cuál utilizaremos es tan importante. Puedes probar diferentes voces antes de elegir por cual te vas a decantar. Por ejemplo, narra el arranque de tu novela en primera persona y luego intenta contar esa misma escena usando un narrador omnisciente (tercera persona). Valora con cual de los dos te sientes más cómodo y de qué forma podrás transmitir mejor lo que quieres.
Para finalizar, a la pregunta de si podemos utilizar más de una voz narrativa la respuesta es, rotundamente, . En una misma novela pueden aparecer varios tipos de narrador, incluso el narrador en primera persona y el omnisciente. Recuerda que las voces narrativas no dejan de ser herramientas para contar nuestra historia, y como tales podemos valernos de ellas del modo en que consideremos que les vamos a sacar mayor rendimiento. 

viernes, 8 de marzo de 2019

Mi 8 de marzo

Esta mañana no me ha sonado el despertador. No es que este estropeado, solo desempleado. Como su dueña. Pasé a engrosar la fila del paro en septiembre, cuando me despedí del trabajo para cuidar a mi madre. Lo hice por voluntad, por amor. Porque quería estar con ella y dedicarle todo mi tiempo. Sin embargo, no fue una decisión sencilla. Aunque me sentí muy respaldada por mi entorno, que consideró que hacía lo correcto, lo que una hija (remarco el género) debe hacer.
El primer vistazo del día a la pantalla del móvil me recuerda el cumpleaños de la que, a pesar de todos mis cuidados, ya no está. Se marchó luchando, plantado cara. Como era ella, como hizo siempre ante las dificultades que se le presentaron en la vida. La sonrisa, aunque triste, me gana la boca al recordar lo orgullosa que se mostraba cuando decía que había nacido marcada por este día. Que era fuerte porque la fortaleza, por más que muchas veces se quiera ocultar, es un rasgo que está en la naturaleza de la mujer.
En la calle brilla un sol tímido que anticipa la primavera. Después de varios días grises y lluviosos mi ánimo lo agradece. Será por eso que, al abrir mi armario, unos llamativos shorts de color fucsia, olvidados durante estos meses invernales, se ganan mi atención. Los sacos y me los pruebo, luego me miro y me remiro en el espejo, estudiando mi imagen en él como si fuese la primera vez que visto esta prenda. Me gusta, me gusto; me veo y me siento juvenil y desenfadada. Igual que el día, que ha amanecido con ganas de levantarme el ánimo.
Al salir a la calle un vientecillo frío me recuerda que, a pesar de las apariencias, todavía es invierno. Un grupo de señores sentado a la puerta de un bar hace lo propio con mi edad, poniendo en mi conocimiento que ya me sobran años para vestir "como una chiquilla". Sin embargo, unos metros más adelante avanzando por la misma calle, el veredicto a mi elección de vestuario se vuelve favorable. O eso interpreto del "estàs pa'follarte" que, entre otros currados versos, me regala el individuo con el que me cruzo en el paso de cebra. El cual sigue lanzándome miradas que demuestran que es demasiado machote y que reprimirse para no hacerme lo que ya a declarado que merezco le cuesta un mundo. Yo sigo mi camino porque tengo tragado que es algo normal. Total, cuando una mujer enseña más piel de la cuenta, se expone a que los hombres la juzguen a voluntad. ¿No es así?
En el super de mi barrio la pechuga de pollo está a mitad de precio. Entro atraída por el cebo y pido la vez en la carnicería. Una señora se me acerca.
Hija, que no he tenido la oportunidad de darte el pésame antes sí que lo ha hecho, dos veces sin contar esta última, pero le sigo la corriente y no la saco de su error . ¡Cuánto lo siento!
Le agradezco como merece la ocasión y la conversación da un giro para centrarse en mi vida personal.
Pero , ¿todavía estás soltera? ¡Con lo guapa que tú eres! Los hombres están ciegos.
Otra vez me censuro y me evito responder que quizás sea yo la que está poco interesada en la opción de pasar por el altar. O por el juzgado, que tanto da. Que me he acomodado en la soltería y le encuentro más ventajas que a los sacrificios que se hacen por amor y que no, no me preocupa lo más mínimo que se me pase el arroz porque el instinto maternal, mire usted, es algo que sigo sin encontrar. Viví mis veinte relajada, segura de que ya llegaría, de que lo que me pasaba era que seguía siendo muy cría para pensar en niños. Pero me llegaron los treinta y las ganas de ser madre siguen en paradero desconocido. La buena mujer hace reaparecer mi sentimiento de culpa por la falta de inclinación a la maternidad que padezco. ¿Será que soy una desnaturalizada? Este es uno de mis complejos más recurrentes.
Vuelvo a casa sintiéndome una mala mujer y me encuentro a mi abuelo esperándome en la puerta. Otra descarga de reproche me cae encima. Desde que falta mi madre, él, aunque tiene otro hijo, a pasado a ser responsabilidad mía. Es lógico porque ya se sabe que no está en la naturaleza del hombre el asistir a sus mayores (enlazo aquí con lo expuesto al comienzo del post). Siempre me he preguntado qué tipo de misterio esconderá su nacimiento, si acaso tiene su origen en una maceta, o algo así.
La nota cotilla del día viene de la mano de una periodista con ganas de notoriedad a la que le ha dado por definirse "femenina, no feminista".
¿Qué diferencia hay? me pregunta mi inocente abuelo mientras damos buena cuenta del almuerzo. Y yo, que en el instituto solo destaqué por mi amplio vocabulario y mi capacidad de redacción, no sé que responder. Creo que he perdido la única habilidad que tenía.
La verdad es que ya no sé si feminismo y feminidad son palabras complementarias o radicalmente opuestas. Si la política, que ha tomado cada aspecto de la vida para teñirlo de sus colores, ha hecho también suya una lucha que es de todos. O debería serlo. Pero, la verdad, tampoco me importa, porque creo que lo relevante está en el fondo, no en la forma. Y que cualquier persona con dos dedos de frente, sea hombre o mujer, estará de acuerdo en que esta sociedad, en la que parece haberse convertido en una moda siniestra que una manada de tíos elijan a una chica al azar para utilizarla a su antojo, como si no fuese más que un pedazo de carne con el que saciarse el hambre, tiene mucho que cambiar. Empezando por las pequeñas cosas, esas que están presentes en el día a día y a las que no prestamos atención porque estamos tan acostumbrados a ellas que las asimilamos como naturales, cuando ni remotamente lo son.

sábado, 2 de marzo de 2019

El espacio, otro personaje principal de la novela

Lo comentaba con mis chic@s del Taller de escritura de Novela Romántica: soy una gran fan de los espacios. En la vida en general y en la literatura en particular. Me gustan porque creo firmemente que un lugar puede influir poderosamente en el ánimo de una persona. Es por eso que, cuando narro, siempre me esfuerzo en darles la importancia que merecen. Quizás te suene exagerado pero, para mí, son como otro personaje más. 
Tenemos claro que cada historia se desarrolla en un espacio, ¿verdad? Un determinado país, pueblo o ciudad. Pero también en una época histórica y una estación del año específica. Y todo esto implica que los personajes se muevan en un ambiente en particular. Su manera de vestir, reaccionar al clima e, incluso, comer no será igual si las vivencias que estamos contando suceden en verano o si tiene lugar en invierno. Lo digo en serio. Yo, en mis novelas, incluso especifico en qué mes "estamos". Y odio cuando un autor/a no me ubica en el espacio con una precisión, no diré igual a la mía que ya sé que peco de excesiva, pero sí suficiente para que pueda hacerme una idea de cómo es el entorno por el que se mueve mi imaginación. Para que nos entendamos, me ralla mucho que los personajes lleven manga corta en una escena y, a la siguiente, salgan a la calle con abrigo. Me suena a falso, y lo peor que le puede pasar a un escritor es que su lector se salga de la mentira que le está contando. Sobre todo, cuando lo hace por detalles tan fáciles de corregir y controlar como este. Es por eso que me parece muy importante que, del mismo modo en que nos tomamos un momento para reflexionar y determinar en qué periodo histórico transcurre nuestra novela (pasado, presente o futuro) también definamos en qué estación. 
Para que nos hagamos una idea, la importancia del espacio en una obra literaria es la misma que tendría la escenografía en una representación teatral. No se reduce a un lugar y un momento, no es solo una imagen que describir. Es una entidad con identidad propia; con sus sonidos, sus olores y sus gentes. Son estos los que lo hacen diferente, único, y lo que crea el universo del que el lector se siente parte. El objetivo es ese, que el que lee se integre en ese mundo ficticio. Esta debe ser la meta de todo escritor: convertir el espacio en blanco de la hoja de papel en un escenario perfectamente armado y listo para la acción.

El mercado flotante de Bangkok fue uno de los escenarios que usé en El cielo de Bangkok.

Pero el espacio narrativo no se limita únicamente al lugar físico en el que transcurren los hechos. Tiene otra vertiente, la psicológica, que podríamos definir como la atmósfera. Lo que, por decirlo de una manera clara, sería algo así como el aura que envuelve a la novela. La que prepara el ánimo del lector y lo vuelve receptivo al sentimiento que el autor quiere transmitir. Y esto, para mí, es incluso más importante que lo que hemos comentado hasta ahora.
Por ejemplo, al leer una novela de terror está claro que buscamos una narración inquietante, que nos mantenga en vilo y nos haga mirar a los lados antes de meternos en la cama, para aseguramos de que la acción se ha quedado en las páginas del libro. Para ello, no basta con que el autor/a recurra a fantasmas, vampiros o payasos asesinos. Estos personajes, por sí solos, no tienen fuerza más que para dar algún que otro sustillo. La clave del verdadero terror está en preparar debidamente el espacio psicológico, y con ello el ánimo del lector, para la aparición de estos seres.
Pues igual sucede con la novela romántica. No es suficiente narrar la historia de una pareja, el estar enamorado no es sinónimo de romance. Para ganarnos la atención del lector y llegar a su corazón hay que preparar el ambiente del mismo modo en que lo haría un autor de novela de terror. Hay que trabajar la atmósfera, promoviendo la sensibilidad y creando un aura en el que la fantasía romántica que proponemos sea, no solo posible, sino cautivadora para quien vive la relación de los protagonistas como público.
Y es esto, precisamente esto, lo que me falla con más frecuencia cuando me enfrento a la lectura de una novela romántica. ¿Será verdad eso que dicen de que el romance a muerto? Pues va a ser que sí, porque si ya no se deja ver ni en las novelas que lo tienen como protagonista...
Así que, te lo pido de rodillas, querido escritor/a de este maravilloso género, cultivemos esa atmósfera que toda historia de amor necesita para provocar mariposas en el estómago del lector. Que sonará muy cursi pero, vamos a ver, ¿no es esa, justamente, la finalidad que perseguimos?
Pues hala, todo el mundo a escuchar a Alex Ubago para meterse en situación 😉.