Es viernes. ¡Por fin! Han pasado cinco días desde que recibí la noticia que regresó la ilusión a mi vida y decidí abrirme un blog, porque compartirla con mi entorno más cercano no me bastaba. Desde ese lunes hasta este viernes las cosas no han cambiado mucho. Aún arrastro la resaca de emoción que me ha acompañado toda la semana y confieso que me está costando más de lo normal conciliar el sueño. Por lo general los madrugones que mi trabajo me obliga a pegarme me hacen caer en la cama como una piedra. Pero estas últimas noches, al arroparme entre las mantas, me han estado asaltando pensamientos que me han espantado la modorra.
¿Pareceré muy tonta si digo que me da miedo que las cosas se tuerzan? Bueno, da igual lo que parezca porque es la verdad; esta es la peregrina idea que me espanta el sueño. Me asusta despertar y, al igual que la Cenicienta que me he sentido, verme sentada encima de una calabaza y rodeada de ratones.
Tonterías, sí, lo sé. Pero es que cuando deseas algo mucho siempre existe el temor de perderlo, por ridículo que ese temor sea. Y yo quiero tanto ver la novela publicada que rayo en lo absurdo.
No pasa nada, tengo aún muchos meses por delante para deshacerme de dudas y miedos tontos. No será hasta después de agosto (no se sabe fecha exacta) que la editorial Harper Collins, en su colección HQÑ, sacará el libro al mercado. Hasta ese momento me voy a mentalizar para disfrutar la dulce espera.
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