domingo, 25 de febrero de 2018

Penélope Cruz se cansó de cuentos, ahora va de feminista

Cuando leo cuentos de hadas a mis hijos por las noches, siempre estoy cambiando los finales. Siempre, siempre, siempre, siempre. Que le jodan a Cenicienta, a la Bella Durmiente y a todas las demás. Hay mucho machismo en estas historias y eso puede tener un efecto en la forna en la que los niños ven el mundo. Si no tienes cuidado, empiezan a pensar: "ah, entonces los hombres deciden todo".

Así de a gusto se ha quedado la actriz Penélope cruz en unas declaraciones hechas a la revista Porter Edit. Al parecer, la madrileña ha llegado a la nunca antes formulada conclusión de que los cuentos clásicos tiene, por definición, un trasfondo machista. Le ha costado entenderlo, todo hay que decirlo,  porque Pe ya tiene más de cuarenta años y en mi retina aún guardo su imagen dando vida a Bella, de La Bella y la Bestia, en una serie de fotos en la que famosos interpretaban a personajes Disney.



¡Ay! Si es que hay que leer más, mujer. ¿O, quizás, con un suculento contrato de por medio, las cosas se ven de un modo menos radical?
¡No! Seguro que no. ¿Cómo puedes ser tan mal pensada, Adriana?
Yo, al contrario que nuestra actriz más intarnacional, amo los cuentos. Lo mismo esos de amores, tan demonizados hoy en día, que los que tienen tramas sin componentes románticos, que parece que están mejor vistos. Debe ser que abandonar a un hijo en el campo, como hicieron al pobre Pulgarcito, es menos reprochable que el que un príncipe rompa el hechizo de la bruja con un beso de amor verdadero. Ironías a parte, estas historias me resultan entrañables ya que van unidas a mi niñez, la cual llenaron de magia y fantasía, y encuentro en ellas un gran valor educativo. Soy licenciada en Historia y el contacto con esta literatura sencilla y de siempre me facilitó mucho el camino en la universidad, pues llegué a ella con una buena base de conocimiento sobre como vivía y pensaba la gente en épocas pasadas. Porque sí, mis padre se cuidaron mucho de hacerme entender que todo eso que leía en mis preciosos libros ilustrados ocurrió "hace mucho, mucho tiempo".  Seguramente por eso me pongo las manos en la cabeza cada vez que llega el 8 de marzo y las seños (terminé en este gremio pese a que mis estudios me llevaban a otra parada, cosas de la crisis) recurrimos a la manida actividad de coger a Blancanives y convertirla en Wonder Woman. A ella y a sus compañeras de princeseo. Revisiones de los clásicos en los que, además, para ensalzar a la figura femenina se suele arrastrar por el lodo la masculina. El príncipe encantador, y sus camaradas, quedan reducidos a un atajo de lerdos. Que no digo yo que alguno no lo fuera, pero de ahí a generalizar...
Muy impopular lo que estoy diciendo, lo sé. Pero espero que se me entienda. Soy mujer y estoy muy sensibilizada con la necesidad de llegar a un estado de igualdad real con los hombres. Algo que aún no existe y en lo que considero que hemos involucionado en las últimas décadas. Solo digo que la raíz del problema no son los cuentos de hadas ni el amor romántico. El origen del problema es mucho más profundo que esto. No está en textos antiguos, que podemos criticar por arcaicos, de acuerdo, pero que son reflejo de la mentalidad de su época y, como tal, se debe valorar y respetar. No hagamos de nuestra realidad una copia de la recreada en la novela 1984, aniquilando cualquier testimonio cultural que no favorezca nuestros intereses. Eso es propio de civilizaciones bárbaras y quiero creer que no lo somos, aunque a diario las noticias se empeñen en desmentirme.
El verdadero problema está en que hoy se siguen reproduciendo esquemas y comportamientos machistas y vejatorios para el género femenino en obras actuales que llegan, y son particularmente populares, entre los jóvenes. Y, para muestra, te recomiendo que pidas a tus hijos, sobrinos o primos una copia de su Play List.
Ahí, en mi modesta opinión, está la verdadera lucha; en transformar el presente, no en querer borrar y aniquilar el pasado.
Así que, querida Pe, espero que me perdones el atrevimiento de enmendarte la plana (seguro que tienes un disgustazo ahora mismo, pensando que me he enfadado contigo 😂). No es nada personal, de verdad, pero, antes de correr por hay, dándonoslas de nada, hay que plantearse si nos va el papel. Tú, como actriz, sabrás de lo que hablo. Igual una mujer que ha explotado su imagen de chica sexy, paseándose por las pantallas de medio mundo interpretando papeles que no siempre han destacado por su inteligencia y colgándose de la fama de sus poderosos novios, no es mejor ejemplo para el movimiento feminista que la infeliz Cenicienta.

viernes, 23 de febrero de 2018

La espera, los nervios y otras tonterías

Es viernes. ¡Por fin! Han pasado cinco días desde que recibí la noticia que regresó la ilusión a mi vida y decidí abrirme un blog, porque compartirla con mi entorno más cercano no me bastaba. Desde ese lunes hasta este viernes las cosas no han cambiado mucho. Aún arrastro la resaca de emoción que me ha acompañado toda la semana y confieso que me está costando más de lo normal conciliar el sueño. Por lo general los madrugones que mi trabajo me obliga a pegarme me hacen caer en la cama como una piedra. Pero estas últimas noches, al arroparme entre las mantas, me  han estado asaltando pensamientos que me han espantado la modorra.
¿Pareceré muy tonta si digo que me da miedo que las cosas se tuerzan? Bueno, da igual lo que parezca porque es la verdad; esta es la peregrina idea que me espanta el sueño. Me asusta despertar y, al igual que la Cenicienta que me he sentido, verme sentada encima de una calabaza y rodeada de ratones.


Tonterías, sí, lo sé.  Pero es que cuando deseas algo mucho siempre existe el temor de perderlo, por ridículo que ese temor sea. Y yo quiero tanto ver la novela publicada que rayo en lo absurdo.
No pasa nada, tengo aún muchos meses por delante para deshacerme de dudas y miedos tontos. No será hasta después de agosto (no se sabe fecha exacta) que la editorial Harper Collins, en su colección HQÑ, sacará el libro al mercado. Hasta ese momento me voy a mentalizar para disfrutar la dulce espera.

lunes, 19 de febrero de 2018

Cuando menos lo esperaba

Había agotado mi última oportunidad. Así lo sentía esta misma mañana, cuando tomé la decisión de dejarme de fantasías y poner los pies en el suelo.
No iba a abandonar la escritura, eso nunca podría hacerlo. Inventar historias forma parte de mí y pocas cosas me satisfacen tanto como darles forma sobre el papel. Pero si renunciaría a la ambición de compartirlas con otra gente. Convertirme en escritora volvía a parecerme algo tan lejano como aquella época en la que todavía me veía capaz de conseguir cualquier cosa que me propusiera.
Pero entonces ocurrió. Como si estuviese dentro de una novela los astros se alinearon para ofrecerme lo que más deseo justo cuando ya lo había dado por perdido.
Mi móvil sonó anunciando la llegada de un e-mail a mi bandeja de entrada y, en ese momento, la palabra sueño matizó su significado para dejar de ser la estrella lejana que se vislumbra en la noche y convertirse en algo más cercano, de sabor más dulce.
Demasiado poético, lo sé. Pero cuando me pongo emotiva me gana la vena literaria, y la ocasión merece todo el azúcar que quiera ponerle. Hoy respetaré la dieta menos que nunca porque, después de muchos años, me han comunicado que voy a publicar la que será mi segunda novela. Al igual que la protagonista, mi queridísima Berta, yo también me siento Cenicienta.