viernes, 26 de junio de 2020

Tú... (poema)

Tú...

Me inventas,
me reinventas
y me nombras.
Me construyes
para luego destruirme.
Me dibujas y, al segundo,
me borras.

Tú...

Me haces fuego
al derramar mis aguas.
Me enciendas y me apagas,
sometiendo a tus caprichos
cada una de mis ganas.


Tú...

Eres fuego, tierra,
viento y agua.
El universo resumido
en mis sentidos.
La razón para vivir
que me faltaba.

martes, 16 de junio de 2020

Cuando la contextualizacion es un error

Lo sé; ando bastante desaparecida del blog últimamente. Bueno, del blog, de Instagram y hasta de mi propia vida. Estoy en una de esas etapas en las que necesito buscarme a mí misma, porque no sé dónde me he dejado. Vamos, un clásico. A estas alturas, empiezo a pensar que sería mejor pedirle a alguien que me presente a Adriana Andivia, porque ya ni sé si alguna vez habré coincidido con ella. 😛
Me estoy dando mimitos. Dedico mucho tiempo a ver series, pelis, leer, dar largos paseos... ¿Escribir? Poco, la verdad. He aparcado la narrativa y solo agarro el bolígrafo para componer poesía. Para mí, es más terapéutica que la prosa. Como el chocolate, que es la mejor medicina que existe y por eso lo he convertido en un alimento básico de mi dieta. También he comenzado un diario.
Pero bueno, a lo que vamos. 
Como digo, estoy quemando muchas horas gracias al cine. Una de las películas que he visto últimamente es La bella y la bestia, el remake en live accion que hizo Disney de su clásico animado en... ¿2016? No conozco el dato exacto, pero allá por esa fecha debió ser.


Soy una gran fan de las princesas y los príncipes Disney, como habrá quedado claro porque son un tema recurrente en este blog-diario. Sin embargo, aunque sé que es una de las historias más queridas de las producidas por la casa del ratón Mickey, la de la peculiar Bella no es uno de mis clásicos favoritos. Me gusta, muchísimo; es una película preciosa que he visto infinidad de veces. Pero yo era más de La sirenita  y Pocahontas. Los vestidazos pomposos me agobian bastante, soy de ambientes que invitan a llevar prendas más funcionales. 😉 Esto, unido a que en su momento no me resultó nada atractiva la propuesta con actores de carne y hueso, me hizo dejar pasar de largo la visita al cine para reencontrarme con un pedacito de mi niñez. Pero ahora, que tengo tiempo de sobra, le he dado una oportunidad.
La verdad, lo que he visto no me ha parecido muy diferente de lo que esperaba. Para empezar, no me gusta nada Emma Watson para el papel de Bella. Pido perdón, porque sé que esta chica es muy querida y tiene una legión de fans. Seguramente, seré yo quien esté equivocada (cuando los que piensan lo contrario a ti son mayoría, suele deberse a esto), pero no puedo desprender de la sensación de que su expresión facial no varía, con independencia de la emoción que esté interpretando. Tampoco me resulta tan guapa como exiguía el personaje. 
Anda que me he quedado a gusto. Me siento una criticona y una persona horrible ahora mismo. 😅 Pero es que aún debo ser más perversa, porque después de ver la peli tampoco estoy satisfecha con la elección de Dan Stevens como el príncipe Adam (aka la bestia).
El problema es que, tanto él como Emma, me resultan demasiado serios. Bella y su príncipe bestia tenían carácter; se aborrecieron antes de enamorarse, tenían chispa y resultaban simpáticos y entrañables. Pero Stevens y Watson... no me creí su historia. Son más un par que aprenden a tolerarse, por el bien de la convivencia, que dos personas que aprenden a ver más allá de la apariencia del otro. No encontré complicidad entre ellos y, como he dicho, divertidos... pues no son, los chicos. 
Mención especial merece Luke Evans como Gastón. Estuvo soberbio. Claro que tampoco sé si estoy siendo objetiva con él, porque a mí, este hombre... me gusta demasiado. 🤫
Otro que bordó su papel fue Josh Gad, como Lefou. Aquí sí que no me está cegando la pasión. 


Por otro lado, y siempre bajo mi punto de vista, los encargados de la banda sonora hicieron un destrozo digno de cárcel (mínimo, una multa, pa' que no me llames melodramática) con los arreglos de las canciones. Solo el nuevo tema que canta la bestia, cuando deja ir a Bella, me gustó, pero sin llegar a encantarme. Y, aunque sea una frivolidad, el vestuario fue otro aspecto muy decepcionante. 
Da la sensación de que Bella se pasó toda peli con el mismo vestido y solo se cambió para el baile. No es así; sí que saca varios modelitos. Todos ellos reinerpretaciones de su clásico pichi celeste, con camisa blanca. Pero estos nuevos trajes son tan parecidos entre sí que cuesta diferenciarlos y, así, al final parece que esta chica no se muda de ropa y, más allá de llevar al espectador a cuestionarse sus hábitos higiénicos (los cuales no son relevantes para el desarrollo de la trama) lo deja con la sensación de que el tiempo interno de la historia es muy breve. Demasiado, para poder desarrollar los sentimientos de los personajes.
Esta monotonía en el vestuario de la protagonista es, además, innecesaria. La versión animada de Bella tiene uno de los guardarropas más amplios entre las princesas Disney. No soy diseñadora, pero creo que, aún siguiendo la línea de mantenerse lo más fiel posible al personaje de dibujos, se le podría haber dado mucha más variedad a su apariencia, ayudando así al espectador a captar el paso del tiempo (del muuuucho tiempo) que la chica pasó en el castillo de la bestia. 
Pero lo que menos me gustó, y de lo que en realidad he venido ha hablar (después de soltar esta chapa, porque ya ves que no he cambiado en mi manía de hacer larguísimas introducciones; debe ser este un rasgo característico de la tal Adriana), es del espacio físico en La bella y la bestia live action. 
En las obras de ficción hay tres tipos de espacio:
  • Espacio social.
  • Espacio psicológico.
  • Espacio físico.
Los tres son súper importantes, pero yo soy muy fan de los espacios físicos. Hasta escribí una entrada sobre él hace ya bastante tiempo. Soy particularmente sensible a los escenarios de las novelas, series y películas. Para mí, son un factor determinante para que me gusten o no. 
Entonces, ¿el espacio físico en esta película estuvo mal reflejado?
Para nada y, curiosamente, este fue el problema.
Sí; ni yo misma lo entiendo. Pero, si me tienes un poquito más de paciencia (sé que es mucho abusar, después de todo lo que he escrito ya) intentaré explicarme.
Una de las cosas que más me gustan de estas revisiones de las películas que adoraba cuando era una niña, es que me permiten apreciar una visión más madura de ellas. No solo yo me he hecho adulta, los guionistas intentan ofrecer una versión de estas obras que también lo sean. En este sentido, La bella y la bestia presenta una trama más contextualizada que su predecesora.
Esto funcionó muy bien en el musical Anastasia, donde la figura del villano, Rasputin (una especie de walking dead que, honestamente, dio lugar a escenas un poco desagradables en la versión animada), fue sustituida por un joven Lenin no tan malvado como su predecesor. Un acierto total, bajo mi punto de vista. El cambio sirve para presentar la misma historia desde una perspectiva muy diferente. Una que la hace pasar de peli para niños a espectáculo adulto y precioso. De verdad, si tienes la oportunidad de ver este musical, hazlo. La puesta en escena es bellísima.
Pero, claro, dar verosimilitud histórica a una historia como la de Anastasia es un puntazo. No en vano estamos hablando de un personaje que podemos ubicar perfectamente en una época concreta, porque formó parte de ella. Es un personaje real, aunque la historia que nos están contando sobre ella sea completamente inventada. 
Pero, ¿funciona esta contextualización histórica cuando hablamos de un cuento de hadas?
Pues, después de ver La bella y la bestia, mi opinión personal es que no. 
Partamos de la base de que una historia que presenta, en un entorno pretendidamente realista, el romance entre una muchacha y una criatura con características animales, tiene por sí solo un punto un tanto sórdido. Sin el aura de cuento... No sé, a mí la fórmula no me funciona.
Esta versión sitúa la acción en Francia, como la de dibujos, pero da algunos detalles más para poder precisar el momento exacto en que todo sucede. 
Por ejemplo, aquí, Gastón es un capitán del ejército que sufre estrés post traumático tras haber combatido en el frente. ¿De qué guerra? No se menciona en ningún momento, pero los aficionados a crear teorías sobre el universo Disney aseguran que se trata de la guerra contra los portugueses, mejor conocida como guerra de las naranjas o guerra peninsular (1801). No sé yo, pero tampoco voy a poner en duda el dato. 
Algo que me chirriaba ya en la película de dibujos es que, si todo sucedía en Francia, y la bestia era un príncipe, entonces, ¿dónde le hacemos hueco dentro del árbol genealógico de la familia real gala? En algún momento, él debió heredar el trono, ¿no?Al final, asumí que este era uno de esos casos que se ven en los dramas históricos coreanos, en los que nos presentan un príncipe o rey inventado y ya está. La veracidad del relato es lo de menos, pues no influye en el desarrollo de la narración.
Pero, claro, en la versión más reciente, al ser todo más realista y estar más acotado históricamente... ¿Dónde puñetas contextualizo al príncipe bestia? ¿Qué sentido tiene que haya un heredero a la corona viviendo en un palacio perdido en medio de la nada?... ¡¿Puede alguien decirme quién demonios está gobernando Francia?!
La duda me angustia, de verdad; muchísimo. 
En la Rusia imperial era normal que hubiera nobles, con título de príncipe o princesa, sin poder en el gobierno. Incluso ahogados por las deudas y casi viviendo en la indigencia. Pero las monarquías de Europa occidental siempre han funcionado de modo diferente. Aquí, un príncipe es un personaje con una responsabilidad gubernamental. No puede permitirse vivir la vida padre, en su casita de campo, organizando fiestas. Mucho menos, ser olvidado por obra de un hechizo y que esto no tenga consecuencias para sus súbditos.
Me gustó saber un poco más sobre la vida familiar de Bella y la bestia. Qué pasó con la madre de ella y con los padres de él. Pero, una vez más por ese innecesario realismo, la información hizo que la trama se volviera más deprimente. 
Por último, y aunque el tema sea particularmente sensible en este momento, me cuesta asimilar que en la Francia de principios del siglo XIX, y más concretamente en un pueblo minúsculo, donde una mujer aficionada a la lectura era motivo de cuchicheos y habladurías, se aceptara a un librero negro. Amen de muchos otros aldeanos de la misma raza.
A ver, no me malinterpretes. Cualquiera que me conozca mínimamente confirmará que estoy muy lejos de ser sospechosa por racista. En otras pelis, como el live action de Cenicienta, donde no se especificaba el país en el que transcurría la acción y, por lo tanto, está no estaba sometida a la verosimilitud histórica que, por otro lado,  se ha buscado dar a esta otra peli que comento, estoy muy a favor de que se presente una variedad racial entre los personajes. También estoy encantada con la elección de Halle Bailey como Ariel, en La sirenita. La chica me gusta muchísimo. Canta como una auténtica sirena, también es bellísima como una y tiene ese aire juvenil y simpático que caracteriza a Ariel. Da igual que no se parezca fisicamente al personaje de dibujos, tiene su esencia y creo que puede bordar el papel. 🥰 Pero, claro, repito que en la Francia del siglo XIX... pues me cuesta creer que pudiera haber tantan gente de otra raza que no fuera la blanca. 
Y tú dirás: 《pues anda que un príncipe bestia es muy realista》. 😒
¡Amigo! Ahí está el tema. Esa es la razón de ser de esta entrada tan larguísima que ya estoy por concluir (palabrita de niña Jesús). Porque sí, los espacios físicos son súper importantes. De eso, a mí nadie me tiene que convencer. Y la verosimilitud histórica ayuda a centrar al espectador/lector en el tiempo. Pero, cuando hablamos de un cuento de hadas, ¿de verdad queremos tanto realismo?
Yo, te aseguro que no.
Ahora sí me despido.
Intentaré estar más activa por aquí y no fallar a la publicación de mi entrada semanal. En todo caso, si en el futuro vuelvo a faltar a la cita, no me lo tengas muy en cuenta, ¿vale? 😉 Piensa que ando más loquita de lo habitual y andaré ocupada con mi camisa de fuerza. 

martes, 2 de junio de 2020

Desempolvando viejas historias

Pues... Va siendo hora de seguir avanzando, ¿no? El mundo se detuvo bruscamente el pasado invierno, pero ya es casi verano y, poco a poco, parece que todo esta volviendo a su lugar. 
El pasado jueves pisé la calle por primera vez, desde el 14 de marzo, y pude ver de primera mano qué es eso a lo que ahora se llama "la nueva normalidad". Pero este no fue el único paso adelante que di. Ese mismo día ya ves que debo marcar la fecha en el calendario como esa en la que comencé a vivir de nuevo 😛― decidí que era hora de darle la oportunidad a una de las novelas que tengo secuestradas, negándoles que alguien más las sueñe. Después de haberla releído, y sometido a una de esas correcciones a las que soy taaaan aficionada, he enviado a Lana y Darío, mis amantes olvidados, ha hacer un tour por diversas editoriales. 


Cuando puse título a su historia, no imaginé hasta que punto les iba a ir bien. Aunque, bueno, tampoco puedo decir que me haya olvidado de ellos en todos estos meses que han pasado desde que nos despedimos, en el obligado punto final. En realidad, ellos, y el resto de personajes que los acompañan en su aventura, han vuelto a mi memoria con relativa frecuencia. La que protagonizan me parece una excelente novela.
A ver, que esto no suene a sobrada por mi parte. Lo que quiero decir es que estoy muy satisfecha con el resultado y creo que conseguí hacer un trabajo muy digno. 
Por desgracia, Los amantes olvidados también es una de esas novelas que me hacen plantearme si soy o no una autora de Novela Romántica. Quizás sea, de todas las que he escrito hasta la fecha, la que más me hace cuestionarmelo. Porque, a ver, la de Lana y Darío es una historia muy, muy romántica. Pero ya expliqué, hace algunas entradas, que, aunque suene paradójico, eso no implica que entre a formar parte del género. 
Pero, dejando de lado este tema... ¿no es una pena mantener un trabajo del que te sientes orgullosa y satisfecha encerrado en un cajón, solo porque no sabes si merece que se le cuelgue una etiqueta? Yo he llegado a la conclusión de que sí y, por lo mismo, me he decidido a probar suerte. 
No tengo muchas esperanzas por no decir ninguna― de obtener respuesta por parte de las editoriales a las que he presentado este trabajo. Ya digo que no sé hasta que punto puedan estas considerar que Los amantes olvidados encaja con su línea editorial. A saber, esto es siempre algo muy subjetivo, depende de las manos a las que llegue el manuscrito.  El gran hadicap que tiene este trabajo es que siempre estás dependiendo de la opinión que un tercero tenga de lo que has hecho. 
Lo más curioso de todo es que, mientras que cuando hice este mismo proceso con Una vida contigo esperaba, de una manera casi obsesiva, que alguien me ofreciera una propuesta de edición en papel de la obra, ahora, por el contrario, lo que busco son ofertas para sacar la novela en ebook. La experiencia te cambia la perspectiva sobre las cosas. Hoy sé que, por mucho que el sueño de todo autor sea tener su obra en papel, lo más ventajoso que para un autor sin fama que trabaja con editorial es firmar un contrato para una edición digital. Como siempre, hay una gran diferencia entre aquello que soñamos y lo que estamos capacitados para manejar. 
De todas maneras, lo que sí te puedo asegurar es que vas a conocer a esta pareja. Si no es de la mano de un sello editorial, será con la ayuda de mi bien amando Create Space ¡Qué descubrimento, amig@!😛. Como ya he dicho, es una pena que Darío y Lana sigan a la sombra. Tengo la máxima de que, como escritora, no poseo la fórmula para crear una novela que guste a todo el mundo. Esto, como te imaginarás, es un imposible. Por lo mismo, si al leer mi trabajo llego a la conclusión de que he escrito un libro que yo misma, como lectora, habría disfrutado, entonces puedo decir que he hecho un buen trabajo. 
Cumple tus propias expectativas. Es lo único, y lo más honesto, que puedes hacer. 
He disfrutado mucho la relectura de Los amantes olvidados. Después de tanto tiempo transcurrido desde que la finalicé, había olvidado el modo en que está escrito. Así como muchas escenas y detalles de la trama, y ha sido genial recordarlos. Me he vuelto a enamorar de esta historia, por eso estoy dispuesta a apostar por ella. 
Estante atent@, tengo planeado que pronto tú también puedas disfrutarla. 

martes, 26 de mayo de 2020

Te busco (poema)

Te busco entre la lluvia,
el sol y la calima.
Y en la acuosa niebla
que cubre el pasado,
como un manto
que me empaña la retina.

Te busco en el invierno
de un verano que agoniza.
Te busco y, al buscarte,
voy perdiéndome a mí misma.

miércoles, 20 de mayo de 2020

¿Qué es la Novela Romántica?

Hace unas semanas, un compañero escritor me envió un correo electrónico para dejarme su opinión sobre la entrada Los hombres también saben escribir romántica. En su mensaje, él me preguntaba qué es una Novela Romántica. También  me planteaba la duda de cómo puede definirse el romanticismo, cuando esto es algo muy subjetivo.
¡Y qué razón tiene!
Se supone que el romance es el género que escribo, por eso me esforcé en solventarle la duda a este compi de letras. Tengo toda la autoridad para hacerlo, ya que, como es universalmente sabido, soy una incuestionable autoridad en la materia.😜 Estoy bromeando, por supuesto. Yo solo soy una de las muchas "plumillas" que andan por ahí, arrastradas por el viento. Por eso, lo único que puede hacer por este colega de oficio fue repetir lo que he aprendido de otros, como un papagayo. Aunque soy una lorita muy aplicada, ¿eh? Eso sí que nadie me lo puede quitar. 
El que este escritor me propuso me pareció un tema interesante, por eso he querido traerlo al blog. Básicamente, lo que voy a hacer es copiar la exposición de mi punto de vista que escribí para mi remitente.

Clásica imagen para portada de una Novela Romántica.
Hay quien recuerda estas cubiertas con ternura.
Yo... No tengo una opinión tan buena sobre ellas. 😅

Empiezo a transcribir. Aquí vamos. 

A ver, voy a intentar responder la pregunta que me haces. Aunque no es del todo sencillo. 
Primero que nada, ten en cuenta que no es lo mismo una novela romántica que una novela de amor. No toda obra literaria que tenga como tema principal la relación amorosa de una pareja entra dentro del género romántico. Por ejemplo, Love Story, de Erich Segal, pese a ser una historia muy romántica en sí misma, no se puede incluir dentro de  la literatura romántica como género.
Cuando hablamos de literatura de género (ya sea romántico, policíaco, fantástico...) estamos hablando de un mundo que se rige por sus propios parámetros. De modo que sí, para que una novela se considere de género romántico debe cumplir con una serie de reglas o normas no escritas, pero que el lector espera encontrar en ella. Y, también, el editor, que al final es quien tiene en su mano la decisión de publicarla o no. 
Lo que se espera de una novela romántica es muy sencillo, en realidad. Puede resumirse en tres puntos:

1-El amor como eje estructural de la acción: en esto, no es muy diferente de una novela de amor, en ambas la trama amorosa es el tema central.

2-Fuerte componente erótico: este es, quizás, uno de los puntos que mejor definen al género romántico. El amor que sienten los protagonistas está marcado por un fuerte deseo sexual. Esto no quiere decir que el escritor deba llenar páginas y páginas de escenas eróticas, tampoco que tenga que ser muy explicito. Depende de cada uno, como autor, decidir hasta dónde quiere llegar y lo que desea narrar. Pero sin olvidar que, en la novela romántica, amor y deseo van de la mano. 

3-Final feliz: si el anterior era un punto que definía mucho al género romántico, el final feliz es la pieza que NUNCA puede faltar en él. Si algo he aprendido en los años que llevo en esto, es que al lector de romántica no le gustan (incluso llega a molestarle mucho y a hacer que su opinión de una novela que estaba disfrutando se vuelva negativa) que, al final de la historia, los protagonistas no hayan sido capaces de salvar todos los obstáculos para acabar juntos y vivir felices para siempre. Esto se debe a que la novela romántica forma parte de la literatura de evasión. Quizás, sea uno de los géneros más representativos dentro de ella. 

¿A que soy un pozo de sapiencia infinito? 🤣 Si es que estoy desaprovechadísima. 
El caso es que, tras hacer esta sesuda reflexión, me asaltó una duda que no es nueva, sino recurrente. Viene persiguiéndome desde mis orígenes como escritora. De inmediato, mi voz interior, esa a la que de tanto en tanto le gusta hacerse oír para darme la puñeta, me susurró al oído: «¿y tú, Adriana? ¿Eres verdaderamente una autora de Novela Romántica?»
A ver... Tengo claro que soy lectora de este tipo de literatura. Lo he sido desde la adolescencia. Pero también he leído muchísima novela de amor, de esa que se salta las barreras de cualquier género y, a falta de poder catalogar, se le cuelga la etiqueta de "sentimental". Supongo que, por lo mismo, es inevitable que esté influenciada por ambas. Aunque, últimamente... Desde hace bastante tiempo me decanto muchísimo más por títulos que entrarían en el segundo grupo. La verdad, me cuesta encontrar una Novela Romántica que me emocione o, por lo menos, me guste o entretenga. Tengo la impresión de que este género está atravesando una moda o quizás no; puede que sea solo el resultado de su evolución natural, adaptándose a los nuevos tiempos― a un tipo de comedia marcada por tintes sexuales extremadamente explícito. Historias en las que el lenguaje soez se acepta como algo natural, como material para el chascarrillo, y hay más dosis de sexo que de sentimiento. Esto.. A mí no me va mucho, la verdad. Problema mío, que soy una ñoña, lo sé. Pero... Confieso que empiezo a sentirme algo desubicada dentro del género; desplazada como lectora y, también, como escritora. 
En mis libros no hay maromos. Si chicos guapos, ¡claro que sí! Puestas a fantasear, que sea a lo grande. Pero dentro de esta necesaria idealización, mis protagonistas masculinos son del tipo natural. El exceso de músculo y testosterona... Es otra cosa que no me va nada. Además, todos ellos son hombres que tienen defectos y meten la pata. Se asustan, tienen miedos y no encajan mucho con el estereotipo del macho alfa. Tampoco empotran a nadie. No tienen necesidad de hacerlo porque, otra de las cosas que no abundan en mis novelas, son las escenas de cama. Pero no es que eluda el tema por un exceso de pudor, ni nada por el estilo. Lo que pasa es que no me nace llenar páginas y más páginas con posturas que parecen sacadas del Circo del Sol. Prefiero desarrollar la trama y los sentimientos de mis personajes. Siempre me ha primado más el corazón que la entrepierna, soy así de rara.
Con esto no estoy queriendo dar a entender que soy mejor que nadie. Nada de eso. Aunque tampoco creo ser peor escritora que el resto de mis compañeros de género solo porque mi estilo sea más "blanco". Son diferentes personalidades y maneras de escribir, solo eso.
El caso es que, respondiendo a la pregunta que mi voz interior me formuló con toda su mala baba, no tengo muy claro si soy una autora de Novela Romántica o solo escribo historias de amor. Por esta razón, cada vez tengo más manuscritos acumulando polvo en una carpeta, sin atreverme a sacarlos de allí para compartirlos con el mundo porque temo que no encajen en lo que se espera de ellos.
Un clásico en mi vida. Lo de someterme a la pauta que marca el compás... ¡Jo! ¡Cómo se me dificulta! Soy aritmética total. 🤦‍♀️