Lo sé; ando bastante desaparecida del blog últimamente. Bueno, del blog, de Instagram y hasta de mi propia vida. Estoy en una de esas etapas en las que necesito buscarme a mí misma, porque no sé dónde me he dejado. Vamos, un clásico. A estas alturas, empiezo a pensar que sería mejor pedirle a alguien que me presente a Adriana Andivia, porque ya ni sé si alguna vez habré coincidido con ella. 😛
Me estoy dando mimitos. Dedico mucho tiempo a ver series, pelis, leer, dar largos paseos... ¿Escribir? Poco, la verdad. He aparcado la narrativa y solo agarro el bolígrafo para componer poesía. Para mí, es más terapéutica que la prosa. Como el chocolate, que es la mejor medicina que existe y por eso lo he convertido en un alimento básico de mi dieta. También he comenzado un diario.
Pero bueno, a lo que vamos.
Como digo, estoy quemando muchas horas gracias al cine. Una de las películas que he visto últimamente es La bella y la bestia, el remake en live accion que hizo Disney de su clásico animado en... ¿2016? No conozco el dato exacto, pero allá por esa fecha debió ser.

Soy una gran fan de las princesas y los príncipes Disney, como habrá quedado claro porque son un tema recurrente en este blog-diario. Sin embargo, aunque sé que es una de las historias más queridas de las producidas por la casa del ratón Mickey, la de la peculiar Bella no es uno de mis clásicos favoritos. Me gusta, muchísimo; es una película preciosa que he visto infinidad de veces. Pero yo era más de La sirenita y Pocahontas. Los vestidazos pomposos me agobian bastante, soy de ambientes que invitan a llevar prendas más funcionales. 😉 Esto, unido a que en su momento no me resultó nada atractiva la propuesta con actores de carne y hueso, me hizo dejar pasar de largo la visita al cine para reencontrarme con un pedacito de mi niñez. Pero ahora, que tengo tiempo de sobra, le he dado una oportunidad.
La verdad, lo que he visto no me ha parecido muy diferente de lo que esperaba. Para empezar, no me gusta nada Emma Watson para el papel de Bella. Pido perdón, porque sé que esta chica es muy querida y tiene una legión de fans. Seguramente, seré yo quien esté equivocada (cuando los que piensan lo contrario a ti son mayoría, suele deberse a esto), pero no puedo desprender de la sensación de que su expresión facial no varía, con independencia de la emoción que esté interpretando. Tampoco me resulta tan guapa como exiguía el personaje.
Anda que me he quedado a gusto. Me siento una criticona y una persona horrible ahora mismo. 😅 Pero es que aún debo ser más perversa, porque después de ver la peli tampoco estoy satisfecha con la elección de Dan Stevens como el príncipe Adam (aka la bestia).
El problema es que, tanto él como Emma, me resultan demasiado serios. Bella y su príncipe bestia tenían carácter; se aborrecieron antes de enamorarse, tenían chispa y resultaban simpáticos y entrañables. Pero Stevens y Watson... no me creí su historia. Son más un par que aprenden a tolerarse, por el bien de la convivencia, que dos personas que aprenden a ver más allá de la apariencia del otro. No encontré complicidad entre ellos y, como he dicho, divertidos... pues no son, los chicos.
Mención especial merece Luke Evans como Gastón. Estuvo soberbio. Claro que tampoco sé si estoy siendo objetiva con él, porque a mí, este hombre... me gusta demasiado. 🤫
Otro que bordó su papel fue Josh Gad, como Lefou. Aquí sí que no me está cegando la pasión.
Por otro lado, y siempre bajo mi punto de vista, los encargados de la banda sonora hicieron un destrozo digno de cárcel (mínimo, una multa, pa' que no me llames melodramática) con los arreglos de las canciones. Solo el nuevo tema que canta la bestia, cuando deja ir a Bella, me gustó, pero sin llegar a encantarme. Y, aunque sea una frivolidad, el vestuario fue otro aspecto muy decepcionante.
Da la sensación de que Bella se pasó toda peli con el mismo vestido y solo se cambió para el baile. No es así; sí que saca varios modelitos. Todos ellos reinerpretaciones de su clásico pichi celeste, con camisa blanca. Pero estos nuevos trajes son tan parecidos entre sí que cuesta diferenciarlos y, así, al final parece que esta chica no se muda de ropa y, más allá de llevar al espectador a cuestionarse sus hábitos higiénicos (los cuales no son relevantes para el desarrollo de la trama) lo deja con la sensación de que el tiempo interno de la historia es muy breve. Demasiado, para poder desarrollar los sentimientos de los personajes.
Esta monotonía en el vestuario de la protagonista es, además, innecesaria. La versión animada de Bella tiene uno de los guardarropas más amplios entre las princesas Disney. No soy diseñadora, pero creo que, aún siguiendo la línea de mantenerse lo más fiel posible al personaje de dibujos, se le podría haber dado mucha más variedad a su apariencia, ayudando así al espectador a captar el paso del tiempo (del muuuucho tiempo) que la chica pasó en el castillo de la bestia.
Pero lo que menos me gustó, y de lo que en realidad he venido ha hablar (después de soltar esta chapa, porque ya ves que no he cambiado en mi manía de hacer larguísimas introducciones; debe ser este un rasgo característico de la tal Adriana), es del espacio físico en La bella y la bestia live action.
En las obras de ficción hay tres tipos de espacio:
- Espacio social.
- Espacio psicológico.
- Espacio físico.
Los tres son súper importantes, pero yo soy muy fan de los espacios físicos. Hasta escribí una entrada sobre él hace ya bastante tiempo. Soy particularmente sensible a los escenarios de las novelas, series y películas. Para mí, son un factor determinante para que me gusten o no.
Entonces, ¿el espacio físico en esta película estuvo mal reflejado?
Para nada y, curiosamente, este fue el problema.
Sí; ni yo misma lo entiendo. Pero, si me tienes un poquito más de paciencia (sé que es mucho abusar, después de todo lo que he escrito ya) intentaré explicarme.
Una de las cosas que más me gustan de estas revisiones de las películas que adoraba cuando era una niña, es que me permiten apreciar una visión más madura de ellas. No solo yo me he hecho adulta, los guionistas intentan ofrecer una versión de estas obras que también lo sean. En este sentido, La bella y la bestia presenta una trama más contextualizada que su predecesora.
Esto funcionó muy bien en el musical Anastasia, donde la figura del villano, Rasputin (una especie de walking dead que, honestamente, dio lugar a escenas un poco desagradables en la versión animada), fue sustituida por un joven Lenin no tan malvado como su predecesor. Un acierto total, bajo mi punto de vista. El cambio sirve para presentar la misma historia desde una perspectiva muy diferente. Una que la hace pasar de peli para niños a espectáculo adulto y precioso. De verdad, si tienes la oportunidad de ver este musical, hazlo. La puesta en escena es bellísima.
Pero, claro, dar verosimilitud histórica a una historia como la de Anastasia es un puntazo. No en vano estamos hablando de un personaje que podemos ubicar perfectamente en una época concreta, porque formó parte de ella. Es un personaje real, aunque la historia que nos están contando sobre ella sea completamente inventada.
Pero, ¿funciona esta contextualización histórica cuando hablamos de un cuento de hadas?
Pues, después de ver La bella y la bestia, mi opinión personal es que no.
Partamos de la base de que una historia que presenta, en un entorno pretendidamente realista, el romance entre una muchacha y una criatura con características animales, tiene por sí solo un punto un tanto sórdido. Sin el aura de cuento... No sé, a mí la fórmula no me funciona.
Esta versión sitúa la acción en Francia, como la de dibujos, pero da algunos detalles más para poder precisar el momento exacto en que todo sucede.
Por ejemplo, aquí, Gastón es un capitán del ejército que sufre estrés post traumático tras haber combatido en el frente. ¿De qué guerra? No se menciona en ningún momento, pero los aficionados a crear teorías sobre el universo Disney aseguran que se trata de la guerra contra los portugueses, mejor conocida como guerra de las naranjas o guerra peninsular (1801). No sé yo, pero tampoco voy a poner en duda el dato.
Algo que me chirriaba ya en la película de dibujos es que, si todo sucedía en Francia, y la bestia era un príncipe, entonces, ¿dónde le hacemos hueco dentro del árbol genealógico de la familia real gala? En algún momento, él debió heredar el trono, ¿no?Al final, asumí que este era uno de esos casos que se ven en los dramas históricos coreanos, en los que nos presentan un príncipe o rey inventado y ya está. La veracidad del relato es lo de menos, pues no influye en el desarrollo de la narración.
Pero, claro, en la versión más reciente, al ser todo más realista y estar más acotado históricamente... ¿Dónde puñetas contextualizo al príncipe bestia? ¿Qué sentido tiene que haya un heredero a la corona viviendo en un palacio perdido en medio de la nada?... ¡¿Puede alguien decirme quién demonios está gobernando Francia?!
La duda me angustia, de verdad; muchísimo.
En la Rusia imperial era normal que hubiera nobles, con título de príncipe o princesa, sin poder en el gobierno. Incluso ahogados por las deudas y casi viviendo en la indigencia. Pero las monarquías de Europa occidental siempre han funcionado de modo diferente. Aquí, un príncipe es un personaje con una responsabilidad gubernamental. No puede permitirse vivir la vida padre, en su casita de campo, organizando fiestas. Mucho menos, ser olvidado por obra de un hechizo y que esto no tenga consecuencias para sus súbditos.
Me gustó saber un poco más sobre la vida familiar de Bella y la bestia. Qué pasó con la madre de ella y con los padres de él. Pero, una vez más por ese innecesario realismo, la información hizo que la trama se volviera más deprimente.
Por último, y aunque el tema sea particularmente sensible en este momento, me cuesta asimilar que en la Francia de principios del siglo XIX, y más concretamente en un pueblo minúsculo, donde una mujer aficionada a la lectura era motivo de cuchicheos y habladurías, se aceptara a un librero negro. Amen de muchos otros aldeanos de la misma raza.
A ver, no me malinterpretes. Cualquiera que me conozca mínimamente confirmará que estoy muy lejos de ser sospechosa por racista. En otras pelis, como el live action de Cenicienta, donde no se especificaba el país en el que transcurría la acción y, por lo tanto, está no estaba sometida a la verosimilitud histórica que, por otro lado, se ha buscado dar a esta otra peli que comento, estoy muy a favor de que se presente una variedad racial entre los personajes. También estoy encantada con la elección de Halle Bailey como Ariel, en La sirenita. La chica me gusta muchísimo. Canta como una auténtica sirena, también es bellísima como una y tiene ese aire juvenil y simpático que caracteriza a Ariel. Da igual que no se parezca fisicamente al personaje de dibujos, tiene su esencia y creo que puede bordar el papel. 🥰 Pero, claro, repito que en la Francia del siglo XIX... pues me cuesta creer que pudiera haber tantan gente de otra raza que no fuera la blanca.
Y tú dirás: 《pues anda que un príncipe bestia es muy realista》. 😒
¡Amigo! Ahí está el tema. Esa es la razón de ser de esta entrada tan larguísima que ya estoy por concluir (palabrita de niña Jesús). Porque sí, los espacios físicos son súper importantes. De eso, a mí nadie me tiene que convencer. Y la verosimilitud histórica ayuda a centrar al espectador/lector en el tiempo. Pero, cuando hablamos de un cuento de hadas, ¿de verdad queremos tanto realismo?
Yo, te aseguro que no.
Ahora sí me despido.
Intentaré estar más activa por aquí y no fallar a la publicación de mi entrada semanal. En todo caso, si en el futuro vuelvo a faltar a la cita, no me lo tengas muy en cuenta, ¿vale? 😉 Piensa que ando más loquita de lo habitual y andaré ocupada con mi camisa de fuerza.