lunes, 23 de abril de 2018

"La dama de las camelias", el libro de mi vida

Hoy es 23 de abril, día del libro y los derechos de autor (de esto último me acabo de enterar), por eso quería escribir una entrada acorde con la ocasión. Hablar de mi novela favorita me pareció la mejor opción. Pero no voy a hacer una reseña (¿queda alguien que no sepa de qué va la La dama de las camelias? Si es así, que corra a leerlo, que es un clásico, hombre 😉). Más que desvelar la trama, quiero contar lo que esta historia significó para mí en su día. 
Tenía diecisiete años la primera vez que la leí (porque sí, la he leído varias veces. Sin contar los pasajes aislados que todavía releo de cuando en cuando). Era verano, compré el libro en una banqueta de esas que los grandes almacenes ponen para liberar excedente aprovechando las lecturas playeras. Creo que no me costó más de un euro, así que ya supondrás que, aunque es el ejemplar con más valor sentimental de mi biblioteca, no es una edición de lujo ni nada parecido.
A los pocos capítulos de comenzar sentí que había encontrado algo que llevaba tiempo esperando. Es difícil guardar intactas las emociones del pasado, pero esa la conservo nítida dentro de mí. Tenía entre las manos el amor tal y como imaginaba que debía ser, en una versión más adulta que la que Disney y las novelas juveniles me habían mostrado. Intenso, pasional y dramático. Muy dramático. (Ya entonces tenía la vena dramaqueen bien desarrollada.)
El aliciente añadido de estar leyendo una historia "real" terminó de seducirme. Se dice, se comenta, que, tras los personajes de Armando Duval y Margarita Gautier se esconden el autor de la novela, Alejandro Dumas (hijo), y Alphonsine Plessis, una dama de cuna humilde que se hizo famosa en el París de la época por su azarosa vida sentimental. Hoy estoy segura de que Dumas dejó volar su imaginación cuando cogió la pluma y escribió su obra más famosa. Pero la Adriana adolescente, como criatura cándida que era, creyó sus palabras -casi- a pies juntillas. Le dio a los protagonistas una identidad y se emocionó hasta las lágrimas con la congoja de quien sufre por lo que le ocurre a un amigo. Aun hoy, al pensar en estos trágicos amantes, lo hago con la sensación de estar recordando a personas con las que compartí en el pasado. Y, en cierto sentido, así fue.

Tumba de Alphonsine Plessis, "La dama
de las camelias", en el cementerio de
Montmartre (París)

Durante aquellos años de cambios dentro de mi misma, ese libro de saldos fue un gran compañero. Vino conmigo todo mi primer año de universidad, escondido en la mochila para mitigar la soledad que mi estigma de chica tímida me acarreó en los primeros meses en mi nuevo entorno. Me amenizó horas libres y esperas de autobuses. Sobre todo, me hizo soñar con vivir algún día un amor como el de Margarita y Armando.
Por todo ese tiempo a mi lado, como un leal amigo, hoy soy capaz de reencontrarme con mi yo del pasado entre sus páginas; en los párrafos que mi versión más ingenua subrayó con boli rojo (una costumbre horrorosa, esa de pintar los libros; lo sé, mi madre me lo afeaba siempre. Ya no lo hago, el ebook me forzó a perder el hábito). Una buena parte de la que era entonces se ha quedado en esa historia. Y por eso, más allá de la calidad de la obra o de que después de ella haya leído novelas mejores o peores, La dama de las camelias es el libro de mi vida. No en vano, a formado parte de ella. 

sábado, 14 de abril de 2018

¡Terminé mi tercera novela!

Ahora sí, he acabado. El The End está puesto y bien puesto, es un hecho consolidado. ¡Y yo me siento felíz! No he recorrido un camino fácil para llegar a la meta.


La que acabo de concluir (ahora mismo, vengo aquí directa después de colocarle el punto final) es, sin ninguna duda, mi novela más tortuosa. Así la he vivido mientras la escribía, porque, aunque me lo he pasado muy bien haciéndolo (para mí es básico cuando me siento delante del papel, si no no tiene razón de ser) también he sufrido muuucho. He hecho frente a varios parones, abandonos y regresos y vueltas atrás para reescribir capítulos completos. 
También he pasado miedo. Sí, que no te suene exagerado. Levantar el boli puede asustar mucho. Es aterrador cuando no te sientes segura de estar comunicando bien lo que quieres transmitir, y eso que quieres transmitir es importante para ti. En este sentido he tenido peleas monumentales con Abril, mi protagonista femenina. ¡Dios mío! Lo que nos hemos cabreado la una con la otra. O, bueno, la verdad, la única mosqueada era yo. Ahí estaba el problema, en la falta de carácter de esta chica. Pero, al final, y tras mucho trabajarlo, logramos llegar a un equilibrio entre su personalidad y la evolución que yo quería para su personaje. Ahora nos llevamos muy bien 😅.
En cuanto a él, a Jero,.... Tengo que confesarlo, me tiene enamoradita. Espero que Abril no me lo lleve a mal, ella sabe que para mí su amor es sagrado. Pero soy mujer y hay cosas que no puedo evitar. De todos mis héroes, Jero es mi favorito. Él ha sido un gran impulso para terminar este trabajo, se merecía el esfuerzo y mucho más. 
Ojalá que pronto tenga la oportunidad de compartir a esta pareja, y su apasionada historia de amor, con los lectores. Ese es mi objetivo como escritora, devolver algunas fantasías por todas las que me han regalado a mí. 

martes, 10 de abril de 2018

A mi Príncipe Azul

Querido Príncipe Azul:

No, tranquilo; no te asuste. Quita esa cara de condenado a la horca y límpiate los sudores que te caen por la frente. No te escribo para desquitarme por todas las promesas incumplidas que me hiciste de niña. Tampoco para echarte en cara que seas un retrógrado símbolo de la cultura patriarcal. Nada de rencores, yo no soy de esas. Tú, que conoces mis más íntimas fantasías, sabes que tengo un natural pacifista. El motivo de esta misiva es otro.
Ya sé que te perdiste de camino a mi rescate. No disimules, lo comprendo. Hoy en día, con tanto bloque de pisos alzándose por todas partes, debe ser complicado diferenciar la torre que tiene uno que escalar. Yo, por mi parte, todavía llevo la melena extralarga, pero hace años que dejé de peinarla en dos trenzas. Entre tú y yo, eso de que las usaras para trepar muros siempre me pareció una burrada. Solo mantengo la longitud porque me mola el rollo boho.



Lo que quería decirte es que puedes guardar los mapas. Sí, ya da igual. No hace falta que vengas, de verdad. A estas alturas he aprendido a salvarme solita. 
Hace años que salí de la torre, descubrí el mundo y me gustó. ¡La libertad es la leche! Por eso no creo que encajase en tu residencia de verano, soy más de colgarme la mochila y gastar agosto recorriendo las calles de una ciudad desconocida. Tampoco en las reuniones dominicales en torno a la paella de la Reina Madre, con toda la corte y tus reales sobrinitos correteando por el jardín. Los domingos me gusta pasarlos en casa, en pijama y disfrutando de mi espacio en soledad. Y, hablando de infantes, también debo comunicarte que no tengo intención de perpetuar tu ilustre linaje echando al mundo un heredero. No me veo como madre.
En definitiva, he descubierto que funciono mejor como naranja entera que como la mitad de otra. Me identifico más con el título de Singel Lady que con el de princesa consorte.
Pese a todo, me gustaría que las cosas entre nosotros terminasen sin acritud. La verdad es que sigo siendo la romanticona, cursi y ñoña como ninguna, a la que engatusaste de jovencita. Por eso sé que nos vamos a seguir viendo a menudo, y, cuando nos encontremos en un libro, una película o una canción, quisiera que nos saludáramos con una sonrisa. Como los viejos amigos que somos. Entonces me dejarás loca, lo sé, y volveré a las andadas fantaseando contigo como siempre he hecho. Pero sabré llevarlo, descuida. Como te dije, ahora ya sé quién soy y lo que quiero.

Tuya, con cariño:

Adriana

viernes, 6 de abril de 2018

Shakespeare, un tío muy antiguo

PERSONAJES
Teacher
Alumno1
Alumno2
Alumno3
Alumno4

PRIMER Y ÚNICO ACTO

En el aula de un colegio de Educación Primaria.

La profesora de inglés está al frente, con la pizarra detrás. Al fondo de la clase, los alumnos, un grupo de chicos y chicas de sexto de primaria, ocupan los pupitres. En las paredes hay murales y posters, y, sobre una estantería en la parte de atrás, macetas con plantas de distintas especies. Los rayos de sol entra por las ventanas, cayendo encima de las mesas en perpendicular y llenando la estancia de luz.
El repaso de la materia estudiada durante el curso ha tenido un resultado nefasto y los ánimos están caldeados. 

TEACHER. (Enfadada como si fuese ella la que ha suspendido.)
Es que no lo entiendo, de verdad. Si pregunto el verbo To Be, "ojú, seño, ¿otra vez?". Si os pongo un ejercicio del Will, "eso ya nos lo sabemos". Pero luego, a la hora de la verdad, ¡nadie lo hace bien!

ALUMNO 1.
Es que si nos preguntas por lo que vimos a principio de curso...

ALUMNO 2.
Ya no nos acordamos, que tenemos que estudiar más cosas. 

TEACHER. (Haciendo oídos sordos a la teoría de falta de espacio en el disco duro.)
Y, así, cuando me pongo a corregir los exámenes, alucino, porque aquí en clase cualquiera diría que sois Shakespeare, pero luego...

ALUMNO 3. (Con cara de estar escuchando el nombre de un Pokemon nuevo por primera vez.)
¿Ese quién es?

TEACHER. (Tambaleándose por el mazazo en forma de la pregunta que le han asestado.)
El autor en lengua inglesa más famoso.

ALUMNO 3. (Para nada impresionado con el dato.)
¡Puf! Pero ese tío tiene que ser muy antiguo. 

TEACHER.
Moderno no es, no...

ALUMNO 3.
Por lo menos, de los ochenta. 

Teacher. (Ya casi desangrada, después de oír mencionar la década en la que nació como si se tratase del periodo mesolítico.)
O hasta más. 

ALUMNO 4.
Eso ya no mola, seño. 

La conversación gira agilmente a los cromos de futbolistas y la necesidad de conseguir el balón de oro. La charla continua mientras la Teacher, herida de muerte, reflexiona sobre lo inútiles que son las actividades que prepara para celebrar el día del libro y se plantea si no sería mejor lanzarse por la ventana y acabar con todo de una vez.

TELÓN


lunes, 2 de abril de 2018

Dame tu boca (poema)

Dame tu boca, 
que tengo sed
y no hallo
con qué saciarla.

Que se hace
largo este invierno,
y aún la primavera
no basta.

Dame tu boca
para beber
e hidrátame 
de esperanza.

Antes que el frío
me seque la piel,
dame tu boca;
devuélveme el alma.