martes, 26 de mayo de 2020

Te busco (poema)

Te busco entre la lluvia,
el sol y la calima.
Y en la acuosa niebla
que cubre el pasado,
como un manto
que me empaña la retina.

Te busco en el invierno
de un verano que agoniza.
Te busco y, al buscarte,
voy perdiéndome a mí misma.

miércoles, 20 de mayo de 2020

¿Qué es la Novela Romántica?

Hace unas semanas, un compañero escritor me envió un correo electrónico para dejarme su opinión sobre la entrada Los hombres también saben escribir romántica. En su mensaje, él me preguntaba qué es una Novela Romántica. También  me planteaba la duda de cómo puede definirse el romanticismo, cuando esto es algo muy subjetivo.
¡Y qué razón tiene!
Se supone que el romance es el género que escribo, por eso me esforcé en solventarle la duda a este compi de letras. Tengo toda la autoridad para hacerlo, ya que, como es universalmente sabido, soy una incuestionable autoridad en la materia.😜 Estoy bromeando, por supuesto. Yo solo soy una de las muchas "plumillas" que andan por ahí, arrastradas por el viento. Por eso, lo único que puede hacer por este colega de oficio fue repetir lo que he aprendido de otros, como un papagayo. Aunque soy una lorita muy aplicada, ¿eh? Eso sí que nadie me lo puede quitar. 
El que este escritor me propuso me pareció un tema interesante, por eso he querido traerlo al blog. Básicamente, lo que voy a hacer es copiar la exposición de mi punto de vista que escribí para mi remitente.

Clásica imagen para portada de una Novela Romántica.
Hay quien recuerda estas cubiertas con ternura.
Yo... No tengo una opinión tan buena sobre ellas. 😅

Empiezo a transcribir. Aquí vamos. 

A ver, voy a intentar responder la pregunta que me haces. Aunque no es del todo sencillo. 
Primero que nada, ten en cuenta que no es lo mismo una novela romántica que una novela de amor. No toda obra literaria que tenga como tema principal la relación amorosa de una pareja entra dentro del género romántico. Por ejemplo, Love Story, de Erich Segal, pese a ser una historia muy romántica en sí misma, no se puede incluir dentro de  la literatura romántica como género.
Cuando hablamos de literatura de género (ya sea romántico, policíaco, fantástico...) estamos hablando de un mundo que se rige por sus propios parámetros. De modo que sí, para que una novela se considere de género romántico debe cumplir con una serie de reglas o normas no escritas, pero que el lector espera encontrar en ella. Y, también, el editor, que al final es quien tiene en su mano la decisión de publicarla o no. 
Lo que se espera de una novela romántica es muy sencillo, en realidad. Puede resumirse en tres puntos:

1-El amor como eje estructural de la acción: en esto, no es muy diferente de una novela de amor, en ambas la trama amorosa es el tema central.

2-Fuerte componente erótico: este es, quizás, uno de los puntos que mejor definen al género romántico. El amor que sienten los protagonistas está marcado por un fuerte deseo sexual. Esto no quiere decir que el escritor deba llenar páginas y páginas de escenas eróticas, tampoco que tenga que ser muy explicito. Depende de cada uno, como autor, decidir hasta dónde quiere llegar y lo que desea narrar. Pero sin olvidar que, en la novela romántica, amor y deseo van de la mano. 

3-Final feliz: si el anterior era un punto que definía mucho al género romántico, el final feliz es la pieza que NUNCA puede faltar en él. Si algo he aprendido en los años que llevo en esto, es que al lector de romántica no le gustan (incluso llega a molestarle mucho y a hacer que su opinión de una novela que estaba disfrutando se vuelva negativa) que, al final de la historia, los protagonistas no hayan sido capaces de salvar todos los obstáculos para acabar juntos y vivir felices para siempre. Esto se debe a que la novela romántica forma parte de la literatura de evasión. Quizás, sea uno de los géneros más representativos dentro de ella. 

¿A que soy un pozo de sapiencia infinito? 🤣 Si es que estoy desaprovechadísima. 
El caso es que, tras hacer esta sesuda reflexión, me asaltó una duda que no es nueva, sino recurrente. Viene persiguiéndome desde mis orígenes como escritora. De inmediato, mi voz interior, esa a la que de tanto en tanto le gusta hacerse oír para darme la puñeta, me susurró al oído: «¿y tú, Adriana? ¿Eres verdaderamente una autora de Novela Romántica?»
A ver... Tengo claro que soy lectora de este tipo de literatura. Lo he sido desde la adolescencia. Pero también he leído muchísima novela de amor, de esa que se salta las barreras de cualquier género y, a falta de poder catalogar, se le cuelga la etiqueta de "sentimental". Supongo que, por lo mismo, es inevitable que esté influenciada por ambas. Aunque, últimamente... Desde hace bastante tiempo me decanto muchísimo más por títulos que entrarían en el segundo grupo. La verdad, me cuesta encontrar una Novela Romántica que me emocione o, por lo menos, me guste o entretenga. Tengo la impresión de que este género está atravesando una moda o quizás no; puede que sea solo el resultado de su evolución natural, adaptándose a los nuevos tiempos― a un tipo de comedia marcada por tintes sexuales extremadamente explícito. Historias en las que el lenguaje soez se acepta como algo natural, como material para el chascarrillo, y hay más dosis de sexo que de sentimiento. Esto.. A mí no me va mucho, la verdad. Problema mío, que soy una ñoña, lo sé. Pero... Confieso que empiezo a sentirme algo desubicada dentro del género; desplazada como lectora y, también, como escritora. 
En mis libros no hay maromos. Si chicos guapos, ¡claro que sí! Puestas a fantasear, que sea a lo grande. Pero dentro de esta necesaria idealización, mis protagonistas masculinos son del tipo natural. El exceso de músculo y testosterona... Es otra cosa que no me va nada. Además, todos ellos son hombres que tienen defectos y meten la pata. Se asustan, tienen miedos y no encajan mucho con el estereotipo del macho alfa. Tampoco empotran a nadie. No tienen necesidad de hacerlo porque, otra de las cosas que no abundan en mis novelas, son las escenas de cama. Pero no es que eluda el tema por un exceso de pudor, ni nada por el estilo. Lo que pasa es que no me nace llenar páginas y más páginas con posturas que parecen sacadas del Circo del Sol. Prefiero desarrollar la trama y los sentimientos de mis personajes. Siempre me ha primado más el corazón que la entrepierna, soy así de rara.
Con esto no estoy queriendo dar a entender que soy mejor que nadie. Nada de eso. Aunque tampoco creo ser peor escritora que el resto de mis compañeros de género solo porque mi estilo sea más "blanco". Son diferentes personalidades y maneras de escribir, solo eso.
El caso es que, respondiendo a la pregunta que mi voz interior me formuló con toda su mala baba, no tengo muy claro si soy una autora de Novela Romántica o solo escribo historias de amor. Por esta razón, cada vez tengo más manuscritos acumulando polvo en una carpeta, sin atreverme a sacarlos de allí para compartirlos con el mundo porque temo que no encajen en lo que se espera de ellos.
Un clásico en mi vida. Lo de someterme a la pauta que marca el compás... ¡Jo! ¡Cómo se me dificulta! Soy aritmética total. 🤦‍♀️

miércoles, 13 de mayo de 2020

Estamos hechos de historias

Cuando era niña, tenía una colección de sirenas. Eran muñecas, claro; porque como todo el mundo sabe, las sirenas, en realidad, no existen. Tantas llegué a acumular que mi tío, para tomarme el pelo, decía que me iba a regalar un acuario. Aunque este, en su versión de secano, ya me lo monté yo por cuenta propia en mi dormitorio. Cualquier cosa alusiva al mar me servía como decoración. Recuerdo en especial un aplique para la mesita de noche que tenía la forma de una concha abierta si me lees desde Latinoamérica, te pido disculpas por la palabra 😅 con una perla en el centro, dentro de la cual iba la bombilla. Por eso mi madre, cuando me constipaba, afirmaba que era normal. ¿Qué podía esperar, si dormía todas las noches debajo del agua?
Como ves, en mi familia no me respeta nadie. 😛
Ahora, me resulta rara esta fijación que tenía. Por no decir escalofriante. El océano es para esta versión  adulta de esa niña que fui un miedo irracional. Me da tal pánico que ni siquiera sé nadar, a pesar de haber nacido en la costa. No diría que sufro hidrofóbia, tampoco es eso. En la ducha de mi casa estoy tan ricamente, no me supone ningún problema colocarme bajo el chorro y, es más, me relaja muchísimo. Pero sí que le tengo respeto al agua. Jamás sumerjo la cabeza en ella. ¿Aguadillas? ¡Ni loca! En la playa no me verás ir más allá del límite que las olas dibujen en mis caderas. Las piscinas... las descarto, me generan incluso más angustia que la orillita del mar. Por no mencionar que, alguna vez, hasta he tenido que apartarme de la baranda cuando camino por el paseo marítimo de mi ciudad. Me aterra imaginar la posibilidad de que esta ceda y yo acabe allí abajo, en el fondo; en medio de la oscuridad, sin poder respirar y rodeada por... ¡sabrán Dios qué! Ahí puede haber de todo. 
Aún así, no puedo negar que la niña que fui subsiste sumergida en el fondo del mar ¿el símil me ha quedado tétrico, o solo yo lo percibo así?😖. Se mudó allí cuando la madurez la desalojó de mi cuerpo. Pero nunca se ha despedido de mí, no del todo. Aun hoy, de vez en cuando, nada a la superficie, como la sirenita que siempre quiso ser, y comparte conmigo un poquito de la magia con la que solía mirar al mundo. 
En los últimos días, mi niña acuática me ha visitado con relativa frecuencia. Y es de esta convivencia con ella de donde surgió la inspiración para escribir este post. 
A lo largo de mi vida, he disfrutado muchas, muchísimas historias. Soy adicta a la ficción, una soñadora incorregible. Pero la primera que me emocionó al punto de llegar a convertirse en obsesión, esa, como el primer amor, no la olvidaré jamás.


A mí, quien me inyectó el germen de la fantasía fue Ariel; La Sirenita de Disney, la pelirroja, la del final edulcorado... Después de conocerla, me fue imposible dejar de soñar. También me volvió la romántica empedernida que soy. Yo no salí del cine deseando que los pies se me transformaran en aletas. Tampoco les pedí a mis padres un pez de colores ni un cangrejo cantarín. Lo que la cría de siete años que era en ese momento quiso, fue... ¡un príncipe! 🙄
¡Hala, Adrianita!🤦‍♀️
Para seguir dando muestra de lo contradictoria que soy, te diré que,  en realidad, Eric no es mi  chico Disney favorito. Pero, claro, esto no lo descubrí hasta conocer al resto de la familia. Mi versión infantil amaba locamente a Aladdin y Jhon Smith. La realeza siempre me ha tirado poco, ya ves. Natural, ¿quién querría a un príncipe, pudiendo tener a un ladrón zarrapastroso y embustero o un aventurero incapaz de echar raíces que, por lo mismo, se largará dejándote con el corazón destrozado?
¡Ains!... Si es que... Yo ya de pequeñita apuntaba maneras... ¡Que gusto tengo para los hombres!
Como iba diciendo, hace unos días, YouTube, que debe conocerme mejor que muchos de los que me rodean, me recomendó un vídeo. Un número musical del show The Little Mermaid (La sirenita, de toda la vida) que se representó hace años en Brodway. La Adriana niña braceó entonces a la superficie y, bueno, ya he dicho que se ha quedado una temporadita conmigo; redescubriendo una historia que siempre me recordará a ella, a la que fui hace años; en el prólogo de mi vida. 
A veces me pregunto cómo sería yo ahora si Ariel, Eric o Úrsula la mala más terrorífica y divina de todo el universo Disney, por mucho que Maléfica se crea la gran Reina del Mal de la factoría; ¡pobre alma en desgracia!🎶 nunca hubieran pasado por mi niñez. Igual estarás pensando que me paso de melodramática, y tienes razón, suelo pecar de Drama Queen, ya sabes. Pero no en este caso; de verdad pienso que las historias, las que nos llegan al corazón, nos marcan el carácter y hasta el modo de ver la vida. Pueden potenciar en ti determinados aspectos, dejar en letargo otros y modelar tu personalidad. Es por eso que estoy convencida de que estamos hechos de historias. De un cúmulo de ellas, de las emociones y sensaciones que un día nos inspiraron, y que por mucho tiempo que pase se quedan con nosotros; en nosotros. Porque es cierto que nos forjamos en la realidad, pero nos formamos en la fantasía. 
¿Acaso tú no tienes películas y libros capaces de llevarte de vuelta al pasado, para recuperar emociones y pensamientos que tenías olvidados?
Los historiadores dicen que nuestros antepasado crearon la mitología para explicar esos fenómenos que escapaban a su razón, y que es en esta necesidad de entender el mundo donde reside el origen de la literatura. Pero yo creo que hay algo más en este principio, además del afán "científico"; un matiz más espiritual. En mi opinión, nuestros parientes más lejanos y primitivos también buscaban llenar un vacío, expandir la imaginación  y huir de sus problemas. Al igual que nos sucede a nosotros, en la actualidad, ellos necesitaban fantasear y vivir experiencias y emociones a través de sus relatos. Necesitaban expresarse y experimentar más allá de los límites de la realidad.
Hay una canción del grupo Abba que, en español, dice lo siguiente:

"Quiero dar las gracias por las canciones
que transmiten emociones.
Quiero dar las gracias
por lo que me hacen sentir.
Quiero decir que por la música vale vivir.
Por eso quiero dar las gracias
por este don en mí".

Yo no sé tocar ningún instrumento, y si de entonar se trata mi voz va justa. Estoy lejos de ser una buena cantante, pero me identifico plenamente con este estribillo. Lo hago porque define perfectamente lo que la ficción es para mí, aunque la letra fuera compuesta para homenajear a otro arte. Yo jamás me cansaré de dar las gracias por las historias que transmiten emociones, ni mucho menos por lo que estas me hacen sentir. 
Y aquí lo dejo,que mi odiosa emotividad amenaza con desbordar este lagrimal tan flojo que tengo. Aunque estoy sola mientras escribo esto, hacer el ridículo delante de una misma tampoco es plato de gusto. 😓¡Ay! ¡Qué espectáculo con patas estoy hecha!
¡ADIÓS!😘😘
O, mejor, ¡hasta la próxima!

viernes, 8 de mayo de 2020

Desconfinamiento (poema)

El cotidiano milagro
de pisar las aceras,
de fundirse con la gente,
de vivir un día cualquiera. 

El prodigio de quererse,
de dar besos y abrazarse,
de tener la piel expuesta. 

La vida se saltó un latido,
sus venas de asfalto 
desangraron sentimientos
reprimidos tras las puertas. 

Su frecuencia cardíaca 
cayó en coma, y poco a poco 
recupera la consciencia.


Aunque yo, por el momento, prefiero seguir quedándome en casa mientras no me sea imprescindible salir a la calle. 
No te confundas, no es que tenga el síndrome de la cabaña. Al contrario. ¡Ni te imaginas lo que me está costando aguantarme las ganas de ir a dar una vuelta! Quiero notar el sol en la piel y ver las caras de las personas con las que me topaba a diario antes de que esto comenzara. Pero parece que hay demasiada gente que no se está tomando el asunto con la seriedad que merece. 😔 Así que, ¿para qué exponerse sin necesidad?
Por favor, se responsable y cumple con las indicaciones que nos han dado. Solo de esa manera podremos dejar esta situación olvidada en el pasado. 

domingo, 3 de mayo de 2020

Autopublicar con Create Space

¡¡¡Me encanta!!!
Hala, así, nada mas comenzar, lo dejo claro. Vamos, Adriana, tú aniquila el factor sorpresa sin compasión. Si es que soy autora de romance, y del que crea caries de tanta azúcar como desprende en cada página. El suspense no es mi fuerte, lo admito humildemente. Ni siquiera se me da bien lo de guardar en secreto las fiestas de cumple sorpresa. Sufro mucho cuando veo al pobre cumpleañero todo tristón porque cree que los demás nos hemos olvidado de su día. En serio, ¡lo paso fatal! Así que no me vayas a involucrar nunca en algo así, ¿vale? 😛
Bueno, a lo que vamos.
Debuté como escritora con Harper Collins (Harlequin Ibérica) y, además de estar tremendamente agradecida por la oportunidad que la editorial le dio a una novata, completamente desconocida en el medio como lo era yo en esa época y sigo siendo a día de hoy, pero ya un poquito menos, ¿no?― también lo estoy por el trato recibido. Ya sabes lo que se dice, «es de bien nacidos ser agradecidos», y yo vivo empeñada en hacer que los dolores de parto que mi madre padeció para traerme al mundo no fueran en vano. Sin embargo, y a pesar de que como he dicho no tengo queja ninguna, para mí, la autopublicación es la mejor opción para todo escritor. Al menos, la mejor de las formas que he probado hasta la fecha. Me refiero, concretamente, a la que se hace mediante Create Space pues, además de que la plataforma da todas las facilidades imaginables para la creación de libros, tanto en formato físico como electrónico, garantiza un resultado final de calidad. Y ofrece presencia en un mercado al que todos recurrimos y podemos acceder desde cualquier parte del mundo. Amazon es el gran escaparate del siglo XXI.
Estar presente a lo largo de todo el proceso de creación, hacerlo tú misma; algo tan simple como tener la entera capacidad de decisión sobre la portada, diseñando la "cara" con la que ese sueño que has puesto en palabras se presentará ante el mundo... ¡Wow! Es increíble. Si el vínculo que los que escribimos tenemos con nuestras historias es fortísimo, te aseguro que al encargarte de todo el proceso para sacarlo adelante ese sentimiento se multiplica por dos. Por otro lado, y sin duda este fue el factor principal que me llevó a decidirme por prescindir de editorial cuando publiqué Una vida contigo... ¡me encanta tener mi ejemplar en papel! Entrar en mi dormitorio y verlo allí, asomado a la estantería, me despierta muchísimas emociones y todas ellas son bonitas.
Precisamente con esta novela estuve tocando la puerta de diferentes editoriales y, honestamente, aceptar una oferta que incluya la impresión en papel de ejemplares de un libro es para pensárselo muy, muy bien. Resulta comprensible, en este punto creo que hay que ser justa con la otra parte y ponerte en su lugar. Ciertamente, asumir los costes que conlleva sacar al mercado un número determinado de copias en papel es dar un salto al vacío. No hay manera de saber sí se recuperará el dinero invertido en la impresión y distribución de la obra. Por eso las condiciones que se imponen al autor a la hora de firmar el contrato son tremendamente duras. He tenido en las manos algún que otro documento que me ha hecho sentir que estaba a un paso de venderle mi alma al diablo,😖 no estoy exagerando. Pero Amazon imprime bajo demanda. Con lo cual, ni empresa ni trabajador para ponerlo en términos laborales, que al final es de esto de lo que hablamospierden.
La pregunta obvia, en este punto, sería:
Entonces, Adriana, ¿vas a seguir usando Create Space para autopublicar tus novelas?
Si me la formulas, te respondo:
¡Quiero! Pero sigo barajando pros y contras.
Y ahora, siguiendo con este diálogo que me he sacado de la manga, probablemente tú estés pensando: «¿Contras? Pero si lo has vendido como si fuera el paraíso».
Pues claro, porque lo es. Para un escritor, sin duda, Create Space es lo más parecido al cielo que puede encontrar en la tierra. Pero hasta en el edén bíblico había escollos, recuerda el manzano del que no se podía probar bocado. Ese por el que Eva y Adán se condenaron y, de refilón, nos condenaron a los demás.
¡Anda que ya les vale a estos dos! Con lo bien que podríamos estar viviendo...
El gran problema que presenta la autopublicación en Amazon, bajo mi punto de vista, es el tema de la publicidad.
En cuanto un escritor pone punto final a su novela deja de ser un contador de historias para convertirse en un vendedor. Esta es la cruda realidad. Y, a mí, que soy una soñadora nata y nunca se me han dado bien las cuestiones mundanas... ¡Uf! No veas si me cuesta el cambio de profesión.
Hay algo indiscutible: sin una buena campaña de publicidad, ninguna novela, por estupenda que sea, se vende. Esto es así. Por mucho que se diga del boca-oreja y te vengan a contar cuentos de Disney sobre cómo el trabajo duro y el talento terminan siendo reconocidos.
En este sentido, encuentro una ventaja que publicar con editorial ofrece sobre hacerlo de manera independiente. No porque estas organicen grandes campañas publicitarias para difundir el trabajo de sus autores. En realidad, en este sentido, la labor que realizan es mínima. La publicidad está reservadas para los grandes nombres, esos que suenan aún en los oídos de los no aficionados a la lectura. Así se garantiza la rentabilidad de la misma. Pero hay montones de blogs y reseñadores que mes a mes están pendientes de las novedades editoriales que se lanzan al mercado. Con lo cual, una historia que salta a la palestra de la mano de una editorial de renombre tiene garantizado un mínimo de publicidad que una autora desconocida difícilmente podrá alcanzar por sí sola.
Por supuesto, en esto entra en juego la habilidad como publicista que cada uno tenga. Si tú eres bueno moviéndote en este campo, mi consejo es claro: no lo dudes, ¡ve por libre! Seguro que te irá genial y, como digo, no hay nada mejor que controlar tu trabajo de forma directa y plena. Yo, por desgracia, tal como mencioné más arriba, no soy nada mañosa con estas cosas.
No es solo que no se me de bien colocarme en primera fila, sino que, además, es algo que siempre he eludido. Eso de tener los focos hacia mi persona, como diría la Pantoja, ni me gusta ni me interesa; más aún, me incomoda. Nunca tuve afán de protagonismo, pero sí un serio problema de pánico escénico.
Para que te hagas una idea, si en vez de ser Adriana Andivia y vivir en el mundo real me hubiera tocado ser Baby, en la película Dirty Dancing, (🥰 me emociono solo de imaginarlo; ¡cómo me gusta esta historia!) cuando, en esa mítica escena final, aparece Johnny y, todo macho alfa él, suelta la archiconocida frase:
No voy a permitir que nadie te arrincone.
Yo le habría respondido:
A ver, a ver; no te flipes que me he sentado en la esquinita porque aquí estoy mucho más cómoda. Así que, si quieres estar conmigo, búscate un silla y vamos a ver la función del Kellerman tan ricamente. ¡Ah! Y, antes de sentarte, tráete el plato de croquetas.
¿Habrá croquetas en Estados Unidos? Si no tienen... ¡no saben lo que se están perdiendo!

Escena final de Dirty Dancing que, si llega a ser por mí, jamás habría sucedido.
Teniendo en cuenta el peso que he puesto esta cuarentena, tampoco creo
que Johnny pudiera levantarme así, la verdad. 🙄

Me da vergüenza buscar reseñadores, lo paso fatal con las redes sociales y hasta he retirado mis fotos de la única que tengo y del blog tambié; ahora, como ves, el que te saluda es MinHo. Y bien contento que esta por ello, a este pedazo de felpa sí que le gusta figurar 😛, lo de alternar en encuentros de Novela Romántica no va conmigo y en cuanto a hacer presentaciones de mis trabajos...
He contado, en alguna otra ocasión, que cuando me llamaron para comunicarme que El cielo de Bangkok había sido premiado con una mención especial en el premio HQÑ yo estaba en una clase. Recuerdo, perfectamente, que después de contar la noticia a mis compañeros, una de ellos una chica encantadora, que se llamaba Rocío―, sugirió con muchísima ilusión:
¡Ahora tendrás que hacer una presentación!
A mí, al oírla, se me encogió el ombligo y respondí con un escueto y aturrullado:
No...
Como un niño que espera la inminente llegada de un hermanito o hermanita y un mayor le dice que, cuando llegue el bebé, tendrá que compartir sus juguetes con él. ¡Ni siquiera me había planteado la posibilidad y no me gustó en absoluto!
Este es el problema: mi incapacidad para hacer el trabajo que no tiene que ver con la escritura. Es el único aspecto negativo que le encuentro a la autopublucacion vía Amazón.
Y, aún así, este sistema de trabajo me gusta tanto que ya tengo diseñada la portada para el borrador que estoy corrigiendo. Lo que da a entender que mi corazón no está muy por la labor de entregar mi trabajo a ninguna editorial, pese a que la razón  sigue gritándole la ventaja que estás ofrecen a una introvertida como yo. Siento la necesidad de colocar esta novela, aún en proceso, al lado de Una vida contigo; haciéndole hueco en mi habitación, en ese espacio en el que le he dado forma letra a letra.
La verdad, creo que tendría que haber estudiado Publicidad. Me habría sido más útil que la Historia.