domingo, 25 de marzo de 2018

Besarse bajo la lluvia, otra cosa que no funciona fuera de la ficción

Ya es primavera, pero aún parece invierno. La Península Ibérica lleva un mes sumida en una concatenación de temporales. Primero fue María, después Félix y ahora... Bueno, ya ni sé cómo llaman al actual responsable de repartir lluvia, nieve y viento por los confines del país. A estas alturas, las presentaciones salen sobrando. La cuestión es que todo el mundo está desesperado y no hay nadie que, en estos últimos días, no haya clamado al cielo pidiendo una tregua. 
Miento, sí que lo hay: yo 😄. Y no, no es que me guste dar la nota y llevar la contra. O igual sí, pero esa no es la cuestión. Lo que pasa es que soy una gran fan de la lluvia. No de la nieve, por más bonita que quede en las fotos y las pelis. Será porque soy de tierra caliente y las veces que he estado expuesta a ella la he sufrido más de lo que la he disfrutado, pero no termino de pillarle el punto. Los cielos encapotados y las lluvias torrenciales son harina de otro costal. 
Este tiempo me pone romántica (más de lo habitual), me incita a coger el cuaderno y escribir (que es otra cosa que hago a diario, pero con un ánimo más... ¿dulzón? que el habitual). También me da unas ganas de comer chocolate bárbaras, pero eso es problema de mi guardarropa (de él,  que no mío; que conste 😎).
La lluvia es mi ambientación perfecta, escenario recurrente del romance. De los inventados por mí, al menos. Hace tiempo que tomé consciencia de que en mis historias llueve mucho. Pueden ser lluvias tropicales, tormentas de verano o los clásicos chaparrones de otoño e invierno. Lo mismo da, lo que cuenta es que el cielo se derrame sobre la tierra. Y, cuando eso ocurre, ¿que mejor que aprovechar para poner a los personajes a besarse como si no hubiese un mañana?


Los besos bajo la lluvia, tópico típico del género romántico, son de esas cosas que todos hemos querido emular alguna vez. Pues bien,  a olvidarse de intentarlo, porque ahora resulta que estudios científicos han llegado a la conclusión de que pueden ser altamente peligrosos para la salud. Sí, lo sé, no hacía falta estudiar para eso. Ya nuestras abuelas nos prevenían que no es bueno andar bajo la lluvia. Se constipa uno y se le caen los mocos, lo que mata el romanticismo de cuajo. Pero es que, además de lo que ya sabemos, resulta que la lluvia genera en el ambiente una mayor concentración de las partículas contaminantes que flotan en el aire. Y eso, para un alérgico, puede ser muy peligroso, pues podría llegar a provocarle una reacción asmática severa y otros problemas de carácter respiratorio.
No sé si lo he explicado bien,  lo que seguro que ha quedado claro es que soy de letras. Pero, resumiendo, si tenías pensado aprovechar el mal tiempo para vivir tu momento de novela con tu pareja, precaución. Recuerda que no estás dentro de una historia de ficción y, por ello, más vale asegurarse el final feliz que dejarlo en manos del voluble destino. 

martes, 20 de marzo de 2018

Tu amor (poema)

Tu amor es un sainete
de trágicas pasiones;
llaga sangrante en mi pecho
que emana desazones.

Un beso clandestino
fugado del infierno. 
Un beso de Satán, 
pero finalmente beso.

Me ato y me desatas.
Yo yerro y tú me aciertas.
Soy pez fuera del agua, 
gorrión herido,
flor que no arraiga
en la tierra. 

Tu amor es esa cárcel
donde agua y luz no llegan. 
Pero aun así es la vida. 

¿No amarte?...
... Es estar muerta.

miércoles, 14 de marzo de 2018

"El cielo de Bangkok", cinco años después (breve balance de mi truncada carrera literaria)

Hoy es un día especial, grande... ¡A conmemorar! No para la historia de la humanidad, pero sí para la mía personal, que se entenderá que me afecte más. No es por desmerecer a la caída del muro de Berlín o la invención de la penicilina, pero creo que la mayoría convendrá conmigo en que son las pequeñas hazañas que conseguimos, nosotros y aquellos a los que amamos, las que marcan nuestra exitencia. Y resulta que un día como hoy, de hace ya cinco años, ¡vió la luz mi primera novela!


Una vez alcanzado este logro que significó muchísimo para mí, me retiré, que quedé muy cansada de la experiencia😛. 
Hablando en serio, sé que cinco años es bastante tiempo. Demasiado, para alguien que aspira a tener una carrera como escritora. Me he preguntado a menudo si no dejé escapar mi oportunidad de oro. Después de que una editorial apostase por El cielo de Bangkok para incluirlo en su catálogo, ¿no  se supone que debería haberme esforzado para seguir publicando y conseguir así que mi pluma se abriese paso en este mundillo tan difícil? La lógica me dice que sí, pero la realidad fue que dejé de escribir. No de una manera literal, ¿qué sería de mi tiempo libre sin los cuentos y poemas en los que gasto la mayor parte de él? Pero sí, digamos, con miras profesionales.
No puedo dar una razón de por qué reaccioné a lo que debería haber sido una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida de un modo tan negativo. Y, a pesar de ello, siento que tuve muchos motivos para actuar como lo hice. Algunos tontos y otros de peso, dependiendo de cómo los mire. 
Pero más allá de las justificaciones que pueda dar, a los demás y a mí misma, lo que me pasó fue que no estaba preparada para ser escritora. Puede sonar tonto, pero todo en esta vida requiere de estar lista para ello. Para tener pareja, para el sexo, para emanciparte y hasta para una cosa tan insignificante como saltarse la dieta. Eso marca la diferencia entre darse un homenaje de grasas saturadas y quedarse tan a gusto o que te remuerda la conciencia por el tiempo y sacrificio que has tirado a la basura (sí, sí; disimula y mira a otro lado, como si a ti no te hubiese pasado nunca 😈).
Yo sé ahora que en 2013 tenía de todo para ser escritora: ilusión, ganas, tiempo, entrega... Pero me faltaba fuerza para asumir el reto que supone compartir tus historias con más gente. ¡Qué raro se hace leer a extraños opinando de lo que surgió tan íntimamente como una fantasía! 
No te equivoques, que no estoy culpando a nadie de lo que es solo responsabilidad mía. Por inmadura, demasiado tímida y excesivamente sensible. Así era yo en ese pasado no tan lejano. ¡Ay, juventud! Qué cosa tan bonita y tan tonta eres. 
Aún soy joven, ¿eh? Pero, como todos,  he envejecido en estos años. Y he de decir que, para mi sorpresa, lo de ser treintañera no es tan chungo como me parecía a los veinte. Se pierde colágeno y elasticidad, vale, pero se gana una visión de la vida más divertida y relajada. Lo que piensen los demás a perdido perdido peso y lo que yo quiero lo ha ganado. Es por eso que siento que, esta vez, ¡¡¡SÍ!!!😀

jueves, 8 de marzo de 2018

Tarde de abril (poema)

Equívoca tarde de abril.
Tarde falsa y embustera
que tiñe de gris horizontes
destrozando primaveras.

Tarde de despedida;
de tren, estación y tristeza,
en la que se besan los amantes
sellando su adiós,
su eterna espera.

Tarde de decepción
que destroza mi quimera.
Cayó mi alma de niña,
fría, seca y desierta, 
como hoja ya marchita,
sobre el duro andén de piedra.

Fue una tarde de abril,
oscura y gris primavera, 
cuando el silbato sonó
y el tren se perdió
en la niebla.


sábado, 3 de marzo de 2018

"Esa cosa" se llama pene, y no es un personaje más

Estoy leyendo El honor del jeque, de Jane Porter. Segundo de su trilogía Desierto de reyes, aunque para mí sea el primero ya que con él estoy conociendo a su autora.

Siento la mala calidad de la imagen,
pero es la única que he encontrado.

Cuando acabo una novela y no tengo en mente ningún título que me llame especialmente la atención siempre recurro a los jeques. Me gustan los escenarios exóticos y, aunque sea solo por eso, sus historias son una apuesta segura ya que me encanta fantasear con dunas, camellos y toda la parafernalia que acarrean.
La que me ocupa ahora me está gustando. Reúne los ingredientes para que me enganche una novela. Por un lado tenemos a una doncella en apuros, la joven e inocente Olivia (Liv para los amigos), que llega a Egipto con ansias de aventura y termina en la cárcel por posesión de drogas. Por el otro, como no puede ser de otra manera, está el caballero andante que acude en su rescate; el misántropo príncipe Khalid, quien, tras perder a sus hermanas menores en trágicas circunstancias, dedica su vida a ayudar a los que corren una suerte similar a la de ellas. Muy cliché, vale, pero, ¿qué puedo decir? Me encantan este tipo de historias. #Ineedahero. 
Todo iba muy bien, la trama estaba interesante con el tema del rescate y la necesidad de hacer pasar a Liv por la prometida del jeque para garantizar su seguridad. Además, el argumento está bien construido y me parece consistente y creíble. Es cierto que en ocasiones tanto detalle sobre los lugares que los protagonistas visitan me aburre (bien está la ambientación, pero sin que parezca que estás leyendo una guía) pero, así y todo, estaba disfrutando mucho de mi aventura por tierras egipcias.
Y, entonces, sucedió. Ocurrió lo que temo cada vez que leo por primera vez a una escritora de romántica. Llegó el momento de la consumación y el miembro del héroe pasó a convertirse en un personaje más de la trama. 
A ver, ¿de verdad hace falta especificar que el jeque la tiene "muy, muy grande"? Honestamente, su labor humanitaria ha pasado a segundo plano desde que descubrí este dato 😆. 
Pero el punto culminante llega cuando, a la mañana siguiente, Mrs. Porter escribe:

"(...) Liv se sentó en la cama y se dio cuenta de que estaba dolorida. Khalid al oírla gemir salió del baño, donde se estaba terminando de lavar y vestir. 
¿Qué te pasa, cariño? pregunto abrochándose la camisa de lino. 
Ella sonrió mientras se colocaba la bandeja en el regazo. 
Estoy un poco dolorida gracias a tu no muy pequeña cosa. 
Khalid sonrió y Liv sacudió la cabeza, sorprendida por su ego masculino.

Al leer esto yo, que voy en el autobús de vuelta a casa tras el trabajo, soy víctima de un ataque de risa floja y de la mirada asesina de la señora sentada a mi lado, que tiene toda la pinta de estar pensando que me falta un tornillo. No le falta razón a la buena mujer.
La escena tiene su gracia. Es de esas que me hacen plantearme si no me estaré perdiendo algo, porque no la veo nada realista, pero es divertida. Sin embargo, también encuentro algo desagradable en todo este rollo de tallas XL que gastan los héroes románticos en la entrepierna y el  consiguiente malestar que le causan a sus parejas con tanta... ¿virilidad? Además de una fantasmada (no sé que opinarán otras mujeres, pero a mí me llega un tío fardado de tamaño y pierdo el interés al  instante, por gilipollas) hay algo muy machista en el hecho de dar tanto protagonismo a un simple pene. 
¿Paranoias mías? Pues probablemente, pero qué se le va a hacer. 
En fin, seguiré con mi honorable jeque, a ver qué final me depara. Por favor, Khalid, solo te pido que sea la mitad de impactante que tus atributos.