Hoy me siento nostálgica; con un regusto en la boca a meriendas de pan con chocolate y tardes entre deberes y paseos calle arriba-calle abajo con las amigas del barrio. Hoy me han venido a la mente recuerdos de mi niñez. Y sí, me doy cuenta de que tiene telita ilustrar una entrada dedicada a mis años más inocentes con la imagen de un culebrón mexicano. Pero es que la vena Drama Queen a mi ya me vino desarrollada de fábrica y un amorío ha sido siempre mi mayor entretenimiento.
Tampoco es que de niña fuese una enganchada a las telenovelas, ¿eh? Nada de eso. Mi madre, que siempre ha sabido de qué pie cojeo, me las prohibió porque "no eran para niños". Y tenía razón, pero ya se sabe que la censura paterna llega hasta donde el ingenio de los hijos la deja. Y el mío se las apañó bastante bien para empaparse enterito un serial noventero titulado Te sigo amando. ¿Te acuerdas?
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Me encantaban los estilismo de la actriz 😍 |
Pues de aquí me viene la melancolía, porque esta mañana, haciendo zapping de un canal a otro sin encontrar nada que me acompañase como ruido de fondo mientras limpiaba, me topé con que estaban reponiendo esta novela. Y con ella se desbordó el dique de mis recuerdos. Ha sido raro verla después de tanto tiempo ya que me ha hecho darme cuenta de lo mucho que han cambiado las cosas, y yo con ellas, en estos años.
Recuerdo que Yulissa, la protagonista de la historia, era muy jovencita. Creo que aún no había cumplido los dieciocho o que estaba a punto de cumplirlos. Yo tenía muchos menos que ella y, mientras veía sus desventuras televisadas, soñaba con vivir algún día un amor igual al que esa pobre estaba padeciendo. Ahora, con la mayoría de edad superada y un vagaje vital a mi espalda, me alegro de no haber tenido nunca una relación tan sufrida como la de esta chica. Porque esto de los amores trágicos está muy bien; muy emotivo, muy bonito y emocionante. Sobre todo cuando los vives desde el sofá, bien arrebujadito en una mantita, y son otros los que lo pasan mal en la pantalla de la tele o las páginas de un libro. Pero, sinceramente, ¿quién querría atravesar el calvario que viven los protagonistas de su historia romántica favorita? Yo desde luego que no, así que tengo que reconocerle a los años el mérito de haberme cambiado. Quiero pensar que para mejor, a más sensata. Porque de ñoña sigo igual, pero vivo mi bobería con más cabeza y así me divierto el doble. Me río mucho más.
Mi relación con las telenovelas latinoamericanas prácticamente se reduce a Te sigo amando y poco más. No encontré ninguna otra que me gustase al punto que lo hizo esta, y se me hacen demasiado largas para que las historias me mantengan interesada hasta el final. Soy muy inquieta y mi atención es simplemente incapaz de estar centrada quinientos capítulos en la misma trama.Ya con TSA me costó llegar al último capi y solo aguanté porque estaba encariñada con los personajes. Sin embargo, sí que tengo dentro de mí a una amante del culebrón a la que he alimentado con esmero por años. Solo que, la muy glotona, es adicta a la comida asiática. Mucho más digerible, ¡dónde va a parar! Pero esa es otra historia, otra etapa de mi vida y otra entrada para el blog.
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