lunes, 28 de enero de 2019

La madrastra de Blancanieves (relato)

Claro que soy consciente del papel que juego en la historia. Juventud y belleza es una combinación letal, irresistible para el populacho. A una adolescente de rostro encantador se le perdona todo. En ella, los defectos son adorables y los errores prueba de su inocencia. No hay quien no se enternezca con las meteduras de pata de un ser angelical.
¿Cómo no iba a tocarme a mí ser la mala? 
Lo que olvida la gente es que yo también fui joven una vez. Muy joven. Lo era cuando, para satisfacer intereses ajenos, me vi forzada a contraer matrimonio con un hombre mucho mayor que yo y padre ya de una niña. 
—¡Un rey! me dijeron, creyendo que el título bastaría para contentarme. 
Pero no fue así, no bastó. Ni de lejos lo hizo.
La verdad es que la de reina nunca fue una profesión por la que sintiese vocación. Demasiada responsabilidad. A la muchacha que fui le gustaba cambiar las almidonadas enaguas de sus vestidos por pantalones de montar para salir a cabalgar, devoraba cualquier novela de aventuras que cayese en sus manos y soñaba con conocer a los héroes que las protagonizaban. Un desarrapado pirata me habría atraído más que el poderoso monarca al que fui entregada.
Mi matrimonio fue un contrato, no el acto de amor con el que cualquier jovencita sueña. Mi familia ganó poder e influencia gracias a él, mi nuevo marido una niñera a tiempo completo para su hija y la promesa de engendrar de nuevo. Mi obligación era parir al príncipe heredero que todo reino necesita. Por desgracia, mi vientre, aunque joven, resultó no ser fértil. Tras años de matrimonio, y de soportar las visitas a mi alcoba de ese hombre que se amparaba en sus derechos maritales para tomarme cuando le venía en gana, la preñez seguía sin arraigar en mí. Así pasaron los años, cada uno de ellos me cayó encima mermando las posibilidades de cumplir con mi deber como reina y menoscabando la dulce juventud de protagonista de cuento. Poco a poco, dejé de ser la muchacha que soñaba con piratas para convertirme en la mujer acostumbrada a las intrigas palaciegas. 
No fue una elección, sino una cuestión de supervivencia. 


La muerte de mi marido no supuso una liberación. Para cuando esta aconteció yo ya había aprendido que, una vez encerrado en la jaula, el pájaro pierde cualquier opción de ser libre. La verdadera razón del cautiverio no está en la falta de libertad. Más bien, el problema radica en que, de escapar, tendría que enfrentar un mundo en el que no sabría sobrevivir. Una existencia nueva y aterradora, como lo es todo lo desconocido. Por no hablar de que yo, aunque viuda, seguía siendo reina. Un cargo del que no es tan sencillo despojarse. 
Al deceso del soberano estalló la guerra dentro del consejo real. Los hombres que dominaban el país se vieron en la tesitura de elegir a una mujer como cabeza visible del gobierno: la heredera o la viuda. A falta del tan ansiado príncipe tocaba posicionarse. Naturalmente, la joven princesa ingenua, manejable y con las opciones de ser fecundada de las que yo había dado muestra de carecer se presentó como la mejor alternativa para la mayoría. Ese fue el origen de la leyenda negra que me perseguiría ya de por vida, el nacimiento de la bruja. Un título que me gané a fuerza de estudiar las propiedades medicinal de las plantas. 
¿No es irónico el modo en que la educación puede volverse en algo maligno si es una mujer quien la posee? 
Las cualidades innatas de Blancanieves para ganarse el rol de "la buena" ya las he mencionado. Por lo demás, sus partidarios en el consejo se encargaron de difundir las virtudes y desdichas de la princesita con el fin de granjearse los corazones del pueblo. Pura estrategia política, todo el mundo sabe que la plebe adora el melodrama. 
No tardó en correr de un extremo a otro del reino el chisme de que la usé de fregona. Una falsedad. No fui más allá de pedirle que pusiera un poco de orden en el basurero que tenía montado en sus aposentos. Lo que cualquier madre ha hecho infinidad de veces. Y a mí, me gustase o no, este era el papel que me había tocado desempeñar con ella 
Fue una época complicada, convulsa. En mi vida profesional y, también, en la sentimental. Y es que, más allá de las luchas por el trono, él llegó por aquel entonces. 
Vino al palacio para asistir a las exequias del difunto soberano, como tantos otros mandatarios y nobles de los países vecinos. Sé que a muchos les resultará indecoroso que, con el cuerpo de mi marido aún caliente, yo tuviese el mío receptivo al atractivo de otro hombre. Uno que, para acabar de rematar mi imagen de arpía lasciva, era mucho más joven que yo. Pero ya he dicho que mi matrimonio no estuvo marcado por el amor. Y, quizás por eso, dentro de mí la joven aplastada por el peso de los años y las responsabilidades agonizaba sin decidirse a morir. 
¿Tan mal está que, como cualquier mujer, también me rindiese al deseo de amar y ser amada?
A su lado recuperé el gusto por la lectura, retomé los largos paseos a caballo y, sobre todo, descubrí que podía mostrarme como una mujer frente a un hombre. Uno que no esperaba encontrar en mí ni la sumisión, ni el recato, ni el instrumento para perpetuar su linaje que me habían obligado a ser. Alguien que al mirarme veía más allá de mi estatus, mi infertilidad y mis años. Un ser humano capaz de aceptarme tal y como soy. 
Sí, sí; ya lo sé. El príncipe es de Blancanieves. Es lo que estás pensando, ¿no? Pues déjame decirte algo: te equivocas. En realidad, fue a mí a quien él declaró su amor. El edulcorado cuento de hadas que conoces solo es parte de las estrategias políticas de los partidarios de mi hijastra. El matrimonio entre los dos jóvenes herederos se planteó como una alianza igual de ventajosa que en su día lo fue mi propio enlace. Por eso, a pesar de la rivalidad forzada por otros que sufríamos, sentí pena por la princesa. Yo, mejor que nadie, sé lo que es ser utilizada como instrumento para conseguir poder.  
Pero no creas que pretendo negar todo de la versión oficial. Hay cosas que si sucedieron tal y como las has oído. Por ejemplo, lo del espejo. Eso lo admito. Es verdad que me la pasé frente a él, preguntándole una y otra vez quién era la más bella del reino. Una frívola estupidez, lo sé. Pero, cuando sales con un hombre mucho más joven, es inevitable sufrir ciertas inseguridades. Que se me marcasen las arrugas empezó a preocuparme más de la cuenta. Coquetería femenina.
También es verdad que mandé asesinar a la princesa. Una decisión de la que no me siento orgullosa,  debo decir, pero que me vi obligada a tomar. Cuando la situación se recrudeció entre los dos bandos enfrentados por ver quién lograba sentar en el trono al títere que pretendían usar en su beneficio, hube de elegir entre ella o yo. Y fui egoísta porque, por primera vez en años, volví a sentirme viva. Como en aquel tiempo lejano en que recorría las tierras de mi familia a caballo. Sé que no es justificación, pero no quería morir cuando comenzaba a recuperar mi existencia. 
Tú, que me juzgas tan fácilmente, ¿habrías tomado una decisión distinta?
Sobra decir a qué facción pertenecía el infeliz cazador a quien encomendé el trabajo. Nunca he tenido ojo para calar a la gente, ya ves. 
Sin embargo, el castigo más grande al pecado que quise cometer vino de la mano de quien más daño podía hacerme. Mi amado príncipe, hombre justo y noble como ninguno. Él, decepcionado de mí, al descubrir mi tentativa de asesinato puso de inmediato fin a nuestros ilícitos amores. Se rindió a la voluntad de su padre y aceptó unirse en santo matrimonio con la que todo el mundo consideraba la gran victima de la historia. La esposa adecuada. 
Me abandonó. Lo hizo y se unió a la partida de búsqueda de Blancanieves, que todavía andaba perdida por el bosque que conocía de memoria. El que rodeaba nuestro palacio y por el que tantas veces había paseado. Ya digo que no era una chica muy inteligente, tengo sus calificaciones escolares para probarlo. En fin, eso ahora es lo de menos. Lo relevante está en el hecho de que, cuando los voluntarios dieron con ella, mi príncipe no se demoró y le pidió que fuera su esposa. El resto ya lo sabes, es el momento más sensiblero de la crónica. Los escritores tienen vicio por adornar la realidad. 
¿El capitulo de la manzana? No, no me lo he saltado a propósito. De hecho, iba a explicarlo en este momento. 
Como ya he mencionado, mi arrepentimiento fue sincero. Perdí demasiado la primera vez que pretendí acabar con la vida de mi hijastra como para intentarlo una segunda. De modo que no; no era veneno, sino caramelo, lo que recubría el manjar que le obsequié como muestra de mi buena voluntad y deseo de sellar la paz. Si la muy boba se atragantó al primer mordisco, ese ya no es mi problema. Aun así, no es para tenerle pena. La infeliz supo aprovecharse de la situación y montó el númerito solo para que el príncipe le hiciese la respiración asistida. La jugada le salió redonda. Así me demostró que no era tan tonta como siempre supuse. Ni tan ingenua como todos la consideraban. 
En cualquier caso, quiero aclarar que, al final, el tiro le salió por la culata. Aunque la justicia divina se demorase mucho más de lo necesario, esto es un cuento, querid@. No hay modo de que el amor no triunfe.  Tú aguarda un poco más, que aquí viene lo bueno. 
Tras la boda de pompa y boato, mi hijastra se trasladó al reino de su nuevo marido. Yo, como única opción posible ya, quedé al mando de nuestra nación. Está mal que lo diga, pero mi labor como mandataria ha sido inmejorable. Clara muestra de un gobierno ejercido con la cabeza. Mejoras en sanidad, mayor inversión en educación, reducción de la tasa de desempleo y, por supuesto, incremento de la presencia femenina en el ámbito profesional... Por más arpía que me consideren, nadie puede negar la bonanza vivida durante mi reinado. Mi encomiable labor es siempre elogiada en las convenciones de los Siete Reinos. Esas en las que me he reencontrado con mi amado príncipe, que ya ha sido promovido al cargo de rey. En fin, nos movemos en el mismo círculo profesional. Lo raro habría sido que no hubiésemos vuelto a coincidir después de la boda. ¿No te parece?
¿Qué puedo decir? Una cosa llevó a la otra y... Bueno, bien dicen que donde hubo fuego cenizas quedan. Puedo dar fe de ello. 
No se lo digas a nadie, pero hemos retomado nuestra relación y, ahora, él está pensando divorciarse. Total, ¿qué más da? No sería ni el primero ni el último en hacerlo. Hoy día estas cosas pasan hasta en las familias reales. Me ha prometido que, cuando sea libre, vendrá a mí, y ya nada ni nadie podrá separarnos. Soy consciente de que, cuando esto pase, mi mala prensa volverá a subir como la espuma. Y que Blancanieves reforzará, una vez más, su imagen de victima —me pregunto qué cuento no será capaz de inventar esta vez para quedar como la sufrida heroína . Pero, honestamente, a estas alturas me importa menos que nunca lo que se diga de mí.
De todos modos, yo soy la bruja, ¿no?

miércoles, 23 de enero de 2019

Lluvia (poema)

Gotas de lluvia
caen cristal abajo.
Lágrimas del cielo
que bañan los campos.

Llanto infinito
de olor a tierra,
a suelo mojado
y a hierba fresca.

Gris melancolía
que me lleva de vuelta
al tiempo pasado
que mi alma encierra.

Niñez desdibujada
que a mi mente regresa
al compás de la lluvia
que en la ventana golpea.

miércoles, 16 de enero de 2019

Sublime croqueta (poema)

Tu naturaleza campechana
queda bien en cualquier mesa.
Lo mismo en la de un rey
que en la de una pobre harapienta.

No hay estatus para ti,
la case social se fragmenta
ante el poder de tu encanto
que el paladar alimenta.

Y habrá quien te infravalore,
por campesina y obrera,
pero en cualquier reunión
triunfas como una reina.

Napoleón culinario.
¡Conquistadora croqueta!
Comerte es un gran placer
que siempre me tienta.


Todo el mundo a celebrarlo como Dios manda 😎

domingo, 13 de enero de 2019

Temario del Taller de escritura de Novela Romántica

Temario

  • La Novela Romántica como género literario. Origen, características y subgéneros de la Novela Romántica. 
  • La idea generadora. Planificación y primer borrador de la novela.
  • La narración. Tiempo, espacio y ritmo narrativo.
  • La voz narrativa. Tipos de narrador; características, ventajas e inconvenientes de adoptar una u otra perspectiva narrativa.
  • Los personajes. Creación y desarrollo, tipos de personajes, motivación.
  • Desarrollo de la narración. Detonante, punto de no retorno, puntos de giro, clímax.
  • Las tramas secundarias. Importancia, función dentro de la trama principal y desarrollo.
  • El manuscrito. Finalización, tipografía y puntuación, envío a editoriales. 

miércoles, 9 de enero de 2019

Taller de escritura de Novela Romántica en la Biblioteca Pública de Huelva

Se acabó el imaginarlo, el hacer planes y, sobre todo, el utilizarlo como excusa para postergar todas esas cosas que nos da flojera hacer. El 2019 ya está aquí, dejó de ser futuro para convertirse en presente y, como tal, toca enfrentarlo. 
¡A por él, valiente! 😉
Te cuento que yo estoy comenzando el año nuevo con un proyecto que, para no desentonar, también es nuevo. Lo es para mí, ya que nunca he hecho nada parecido. Y estoy nerviosa, sí; pero también muy emocionada. 
Los próximos 4, 11, 18 y 25 de febrero y marzo voy a estar en la Biblioteca Pública de Huelva (mi cuidad) dirigiendo un Taller de escritura de Novela Romántica. Ocho sesiones semanales, de dos horas de duración cada una, en las cuales hablaremos de este maravilloso género literario. Desde sus orígenes hasta cómo crear nuestros personajes, que voz narrativa utilizar para sacar el mayor partido al texto o qué hacer una vez esté terminado el manuscrito para publicarlo. 


Así que ya sabes, si eres de Huelva capital, vives cerca de la ciudad o planeas venir de vacaciones por estas fechas me encantaría contar contigo. Además de aprender mucho junt@s, seguro que nos lo pasamos bien y echamos un ratito agradable. 

domingo, 6 de enero de 2019

Llegaste tú (poema)

Llegaste como la aurora,
como la espuma sobre el mar.
Como llega todo lo hermoso:
sin esperarlo, sin avisar.

Brillante gota de rocío,
fresco olor de azahar,
cálido desierto en los meses
que pongo el alma a hivernar.

Llegaste y cambiaste el mundo
simplemente por estar.
Por estar en él, en el mío,
ayudándome a respirar.